“El Espíritu Santo no le ha sido prometido a San Pedro ni a sus sucesores de modo que por medio de una nueva Revelación el papa pueda enseñar algo nuevo, sino para que bajo su asistencia, el papa pueda conserva y transmitir fielmente el depósito de la Fe”
Este blog no tiene actualizaciones, y se lee hacia atrás, solo es una recopilación de distintas publicaciones de otros blog expertos en estos temas... las publicaciones no son mías... Y me atrevo a publicarlas para que conozcas la Bimilenaria tradición de la Iglesia.
martes, 15 de octubre de 2013
sábado, 5 de octubre de 2013
miércoles, 2 de octubre de 2013
Albo y Escarlata
“No,
gracias, Monseñor. Póngasela Ud. ¡El carnaval ha terminado!" (*)
Desde
el Vaticano se dijo que no podían confirma o negar lo dicho, lo cual es ya una
confirmación a medias. Aunque no pueda asegurarse si Francisco dijera o no esas palabras, el hecho es que no vistió la
tradicional muceta roja cuando hizo su primera aparición ante el pueblo
vistiendo únicamente la sotana blanca. Muchas personas pretenden que esto fue
sólo un capricho personal del nuevo Papa, que “no fue algo importante” como
para armar un alboroto sobre ello. Yo no creo que se den cuenta del simbolismo
del color rojo de la muceta, que se remonta a muchos siglos atrás. Tanto la
muceta roja como la sotana blanca tienen un significado importante para la
comprensión de la función del papado.
Significado
de la muceta roja.
Ya en el siglo XI San Pedro Damián describió
la cappa rubea con que se viste el papa
después de su elección como un exclusivo atuendo distintivo del Papa. Puesto
que representaba la supremacía de lo espiritual sobre lo temporal, San Gregorio
VII (1073-1085) advirtió que “sólo el Papa puede usar la capa roja, signo de su
autoridad imperial y del martirio.” Según la tradición, esa capa proviene de la
clámide purpurea, un gran manto que se llevaba sobre los hombros, insignia concedida al Papa en la Donación de
Constantino. Por lo tanto, entonces significaba tanto la autoridad temporal, como
la espiritual del Papa sobre los Estados
Pontificios.
Durante
el período medieval el manto papal rojo llegó a significar el Cargo papal. La
capa roja imperial era una señal de la doble identidad del nuevo Papa: sacerdote
real y obispo imperial.” Por ello, el antipapa Víctor IV trató de arrebatar la
capa roja –y por lo tanto el papado– a Alejandro III en el cónclave de 1159. Como
el lector podrá comprender, ponerse la muceta roja después de la elección no es
sólo un capricho que puede o no adoptarse. Es algo de gran simbolismo que significa que el Papa asume la plena
autoridad de su cargo. Cuando Francisco se negó a ponérsela, en realidad él
estaba rechazando la autoridad temporal aneja al cargo espiritual, además de
negar también el carácter imperial o real del Papado. Parece probable que en
realidad se refirió a esto cuando apostilló enfáticamente, “El carnaval ha
terminado.”
La
vestidura blanca del Papa,
no es un invento de San Pío V, como se cree.
Elegido en el A.D. 1566
Algunos
analistas intentando justificar al Papa Francisco en su acción de rechazar la
tradicional muceta roja de los papas apuntan a que ya San Pío V (1566-1572) fue
igualmente innovador después de su elección.
Según
esta leyenda, San Pío V, dominico, decidió seguir vistiendo su hábito blanco
dominicano con lo que introdujo la
costumbre en los Papas posteriores de
llevar una veste blanca. Ahora bien, puesto que
San Pío V decidió ser original, los defensores del nuevo Papa dicen,
¿quién puede negar la misma prerrogativa a Francisco?
Esta
leyenda, sin embargo, no es exacta. Sabemos por los libros ceremoniales más
antiguos que el Papa iba vestido con vestiduras blancas y rojas, ya antes de
Pío V. El primer registro oficial que tenemos en donde consta que los papas
vestían de blanco es el Ordo, libro ceremonial del Papa Gregorio X (1272-1273),
anterior en casi tres siglos a Pío V. En él se describe la muceta roja y la ropa
blanca (alba Romana) como símbolo del poder universal del Papa sobre la Iglesia
y de su poder temporal sobre los Estados Pontificios: el rojo simboliza lo primero, y el blanco, lo segundo. Los dos
colores también representan a Cristo en cuanto que eran “símbolos del martirio y de la
divinidad”.
Otra
descripción formal del blanco papal –escrita como si fuera ya una antigua
tradición– se encuentra en el Rationale Divinorum Officiorum (1286) de
Guillaume Durand, religioso dominico del S.XIII
Explica así el significado simbólico
de las vestes papales:
“El
Sumo Pontífice siempre se muestra con un manto rojo por fuera, pero por dentro
está vestido con una túnica blanca refulgente. Pues la blancura simboliza la
inocencia y el rojo exterior simboliza la compasión, es decir, muestra que está
dispuesto en todo momento a dar su vida por sus ovejas, dado que el Papa representa
a la persona de “Aquél que, por nuestro amor, tiñó sus vestiduras de rojo”.
La
declaración de Durand fue corroborada por Patrizio Piccolomini, quien en su
libro ceremonial de 1484 a 1492, destacó que el Papa siempre vestía de blanco o
de rojo, incluso en los atuendos usados fuera del culto litúrgico. Por eso los papas
llevaban zapatos rojos, algo así mismo abandonado por Francisco…
Se
nos dice que cuando Pío II fue elegido en 1458 –un siglo antes de que fuera elegido
Pío V– “se despojó de sus viejas
vestiduras y se puso la túnica blanca de Cristo.”
Con
lo anterior resulta evidente que la costumbre de los papas de ir vestidos de
blanco era algo normal mucho antes de Pío V en 1566.
En
las pinturas de abajo puede contemplarse una breve historia iconográfica de los
papas anteriores a San Pío V, vestidos ya de blanco, recopilada por Francesco
Colafemmina en el sitio web Fides and Forma.
Así
que San Pío V, de ninguna manera hizo una innovación ceremonial después de su
elección. Por el contrario, Francisco sí la hizo, y su acción tenía un gran
significado. Puesto que la muceta roja comporta un signo importante del poder
espiritual y temporal del Papa sobre la Iglesia Universal, la negativa de
Francisco de vestir la muceta roja es un símbolo elocuente que supera una
simple preferencia personal. Es un rechazo simbólico de la función papal.
Por
lo menos un periodista italiano del Corriere Della Sera, el editorialista Massimo
Franco acertó cuando escribió lo siguiente acerca de la acción de Francisco
renunciando a vestir la muceta:
“La
era del Papa-Rey y de la corte vaticana ha terminado.”
S.S. Inocencio II
en un mosaico del S. XIII
S.S. Gregorio IX
Pintado por Giotto el cual vivió de 1267 a 1337
S.S. Inocencio III
Pintado por Giotto el cual vivió de 1267 a 1337
S.S. Bonifacio VIII
Manuscrito del Siglo XIV
S.S. Sixto IV
Pintado por Melozzo da Forli quien vivió de 1438 a 1494
martes, 1 de octubre de 2013
La renuncia INVÁLIDA de Benedicto XVI
EXPLICACIÓN
CANÓNICA
APOYATURA
DE REVELACIONES PRIVADAS
EL
CISMA PROFETIZADO, ¿ESTÁ CONSUMADO?
San
Francisco de Asís:
“Habrá un Papa electo no canónicamente que causará un gran
cisma”.
Ana
Catalina Emmerick, religiosa agustina:
“Vi una fuerte oposición entre dos
Papas, y vi cuan funestas serán las consecuencias de la falsa iglesia (…) Esto
causará el cisma más grande que se haya visto en el mundo”.
La
Santísima Virgen dijo explícitamente en la Salette:
“Roma perderá la Fe y se
convertirá en la sede del anticristo”.
El
Papa Benedicto XVI dio a conocer a la Iglesia su renuncia el lunes 11 de
febrero de 2013. Ese día leyó una Declaratio que surtió efecto, por deseo suyo,
el 28 de febrero a las 8:00 de la tarde. Sin embargo, la decisión de renunciar
la tomó con un mes y medio de antelación. Antes de las Navidades de 2012, y con
motivo del expediente que le fue entregado el 17 de diciembre, llegó a la
conclusión de que era mejor hacerse a un lado por el bien de la Iglesia. De esa
decisión fueron testigos su hermano, el Padre George Ratzinger, y otros
prelados cercanos al Papa, tal y como lo declaró el Cardenal de Barcelona Lluis
Martínez Sistach.
El
expediente que le llevó a renunciar fue elaborado por la comisión de tres
cardenales que el Papa nombró para investigar el origen de la filtración de
documentos confidenciales conocida como “Vatileaks”.
Pero
es lógico que al Papa no le preocupaban tanto los documentos publicados en el
libro “Sua Santità”, escrito por Gianluigi Nuzzi, sino uno específico filtrado
directamente al periódico “Il Fatto Quotidiano”, y es el que le entregó
personalmente el Cardenal Darío Castrillón, traducido al alemán, y que se
refiere al conocimiento que tuvo el Cardenal de Palermo, Paolo Romeo, de que
existía un complot para asesinar al Papa. (*)
El
expediente que le entregaron a Benedicto XVI los cardenales Herranz, Tomko y De
Giorgi, con la investigación sobre el complot para asesinarlo, llevó al Papa a
imaginar el terremoto que su muerte hubiera ocasionado a la Iglesia, desatando
una pugna infernal de influencias y maniobras turbias derivadas de los
antagonismos internos de la curia de cara a la sucesión. No por temor a la
muerte, sino por el posible daño a la Iglesia, el Papa decidió que mejor era
retirarse para desmontar las amenazas y adelantar una sucesión pacífica.
En
un Informe que elaboró el sacerdote jesuita Arnaldo Zenteno, publicado el 9 de
abril de 2013 en grupobasesfys.blogspot.mx, señala lo siguiente en el número
3):
“En
el encuentro almuerzo con Benedicto XVI en Castel Gandolfo, este le confió al
Papa Francisco que una de las causas que influyeron en su renuncia eran las
amenazas que recibió y por temor a ser envenenado, pues ya se había tomado la
decisión de matarlo, por lo que Benedicto XVI en una jugada para neutralizar
ese atentado contra su vida, hace pública su renuncia con lo cual desarmó el
intento de matarlo”.
En
este sentido, si bien es cierto que el Papa declaró renunciar “libremente”, el
hecho es que en mayor o menor medida fue forzado por la presión de una
acometida, por lo que su libertad, según la doctrina canónica, fue condicionada
“in radice”. Si bien el Papa tomó la decisión de renunciar de acuerdo a las
facultades que le concede el Código de Derecho Canónico, la tomó bajo la
coacción de una violencia moral, lo cual, según el No. 125 del mismo Código,
invalida desde la raíz la decisión última y hace inválido el acto. Es como
quien libremente decide casarse pero, si hay ocultos presión, miedo o engaño,
el matrimonio es nulo por inexistencia, aunque se haya expresado públicamente
un compromiso manifiestamente “libre”.
Hay
que reconocer que si bien la Iglesia ha considerado siempre una ley sagrada que
la elección del Papa es ad vitam, es bueno que el Derecho Canónico contemple la
posibilidad de la renuncia para casos de extrema gravedad, como puede ser el
exilio, la persecución u otra causa grave. En este sentido, la renuncia
prevista en el Canon 332 del C.D.C. es como una puerta de salida de emergencia,
y es conveniente que exista, tanto así que le ayudó a Benedicto XVI a huir de
la amenaza que se cernía sobre su persona y sobre la Iglesia, a pesar de que él
era consciente, máxime con el ejemplo heroico de su antecesor, de que la
elección papal es ad vitam y no es negociable, como tampoco pueden ser
negociables sus cláusulas.
Además,
hay un elemento adicional al de la presión, para afirmar que la renuncia de
Benedicto XVI fue inválida, y es la evidencia de que en el decreto leído por el
Papa no existió renuncia legítima alguna debido a un error en latín.
En
la Declaratio de la “renuncia” del Papa Benedicto XVI, tal y como fue
oficialmente difundido por El Vaticano y publicado en L´Osservatore Romano,
existe un solecismo muy evidente, es decir, un error sintáctico que consiste en
poner de forma incorrecta los elementos de una frase.
En
la parte medular de la renuncia se lee: “declaro me ministerio Episcopi Romae
Successoris Sancti Petri, mihi per manus Cardinalium die 19 aprilis MMV
commissum renuntiare” (en español: “yo declaro renunciar al ministerio de
Obispo de Roma, sucesor de San Pedro, que me ha sido confiado por las manos de
los cardenales el 19 de abril de 2005″). Esa frase es totalmente ininteligible,
al contener un error gramatical, pues “commissum”, que depende de “ministerio”,
es complemento del verbo renuntiare, por lo cual debería estar en dativo, en
concordancia con él, es decir, debería decir commisso.
Ahora
bien, en derecho canónico, todo escrito legislativo que contenga una falta de
latín es nulo. Ya el Papa San Gregorio VII (cfr. Registrum 1.33) declaró nulo
un privilegio acordado a un monasterio por su predecesor Alejandro II, “en
razón de la corrupción de la latinidad”.
Otro
ejemplo. En la epístola decretal Ad audientiam, del Papa Lucio III, que se
encuentra en el cuerpo del derecho canónico (cfr. Epístolas decretales de
Gregorio IX, de Rescriptis, c. XI) se establece que “la falsa latinidad
invalida un rescrito papal”. En ese decreto, el Papa prohibió dar crédito a
cualquier documento pontificio “si contiene una falta de construcción
evidente”. La glosa (en el texto oficial publicado por orden del Papa Gregorio
XIII, en 1582) explica porqué un decreto papal no debe contener ninguna
falta, y porqué cualquier error de latín constituye tal presunción de nulidad
que ninguna prueba en sentido contrario puede ser admitida.
Afirmar
que un decreto es nulo no significa que necesariamente se trate de un documento
falso, pero si revela un error que puede ser manifiesto o subrepticio. Es decir,
el Papa Benedicto XVI pudo haberlo redactado con descuido, o cubriendo un
verdadero mensaje oculto al haber sido la renuncia realizada bajo presión. Lo
primero resulta bastante inverosímil, pues es de suponer que un texto tan
importante fue revisado por el Papa no una sino varias veces.
En
conclusión, no parece que el error de latín cometido por Benedicto XVI haya
sido una indolencia, sino un propósito intencional, lo cual nos estaría
hablando no solo de la nulidad absoluta del decreto pontificio, lo cual es un
hecho, sino también de la presión por la que fue motivado, así como de la
puerta trasera que el Papa Benedicto quiso dejar abierta.
Lo
cierto es que, a partir del 13 de marzo de 2013 comenzaron a cumplirse las
profecías que hablan de “Dos Papas en Roma”, existiendo oficialmente uno
emérito y otro en funciones. Jamás en la historia de la Iglesia se ha dado esta
situación, predicha por santos y místicos, y es muy difícil que vuelva a
suceder.
Lo
grave es que, según las profecías y revelaciones privadas, cuando haya dos
Papas en Roma (pueden ser los actuales u otros dos en el futuro) habrá un cisma
en la Iglesia, una división ocasionada por una herejía del Papa ilegítimo y la
reacción del verdadero Vicario de Cristo, el cual alzará la voz para denunciar
la apostasía. En ese momento, habrá una repentina invasión de Rusia sobre
Europa, en coincidencia con la Guerra de Ezequiel (Ez 38), que consiste en el
ataque de Rusia y países árabes en contra de Israel. Entonces, el Papa legítimo
será perseguido y tendrá que huir de Roma para refugiarse, mientras que el
antipapa se quedará gobernando la Iglesia apoyando la falsa paz, la sacrílega
unificación de las religiones. Esa falsa paz será el soporte religioso del
gobierno mundial del anticristo. El antipapa traicionará la fe aceptando la
coalición de todos los credos y renunciando a la propia identidad católica. (*)
Y
hay otras muchas revelaciones privadas y anuncios de jerarcas de la Iglesia:
• Dice el P. Paul Kramer
“El antipapa y sus
colaboradores apóstatas serán, como dijo la Hermana Lucía, partidarios del
demonio, los que trabajarán para el mal sin tener miedo de nada”.
• Dio a conocer el Papa San Pio X:
“He tenido
una visión terrible: no sé si seré yo o uno de mis sucesores, pero vi a un Papa
huyendo de Roma entre los cadáveres de sus hermanos. Él se refugiará de
incógnito en alguna parte y después de breve tiempo morirá una muerte cruel”.
• Juan de Rocapartida:
“Al acercarse el Fin de
los Tiempos, el Papa y sus cardenales habrán de huir de Roma en trágicas
consecuencias hacia un lugar donde permanecerán sin ser reconocidos, y el Papa
sufrirá una muerte cruel en el exilio”.
• Nicolas de Fluh:
“El Papa con sus cardenales
tendrá que huir de Roma en situación calamitosa a un lugar donde serán
desconocidos. El Papa morirá de manera atroz durante su destierro. Los
sufrimientos de la Iglesia serán mayores que cualquier momento histórico
previo”.
• El venerable Bartolomé Holzhauser, fundador
de las sociedades de clérigos seculares en el Siglo XVIII:
“Dios permitirá un
gran mal contra su Iglesia: vendrán súbita e inesperadamente irrumpiendo
mientras obispos y sacerdotes estén durmiendo. Entrarán en Italia y devastarán
Roma, quemarán iglesias y destruirán todo”.
• La revelación recibida por la Madre Elena
Aiello, famosa estigmatizada que fuera consultada con frecuencia por el Papa
Pio XII:
“Italia será sacudida por una gran revolución (…) Rusia se impondrá
sobre las naciones, de manera especial sobre Italia, y elevará la bandera roja
sobre la cúpula de San Pedro”.
• Las palabras de Juan de Vitiguero:
“Cuando
el mundo se encuentre perturbado, el Papa cambiará de residencia”.
• Elena Leonardi, asistida espiritual del
Padre Pio:
“El Vaticano será invadido por revolucionarios comunistas.
Traicionarán al Papa. Italia sufrirá una gran revuelta y será purificada por
una gran revolución. Rusia marchará sobre Roma y el Papa correrá un grave
peligro”.
• Enzo Alocci:
“El Papa desaparecerá
temporalmente y esto ocurrirá cuando haya una revolución en Italia”.
• La Beata Ana María Taigi:
“La religión será
perseguida y los sacerdotes masacrados. El Santo Padre se verá obligado a salir
de Roma”.
• La mística María Steiner:
“La santa Iglesia
será perseguida, Roma estará sin pastor”.
• Al P. Stefano Gobbi, místico y fundador del
Movimiento Mariano Sacerdotal, le confió la Santísima Virgen:
“Las fuerzas
masónicas han entrado a la Iglesia de manera disimulada y oculta, y han
establecido su cuartel general en el mismo lugar donde vive y trabaja el
Vicario de mi Hijo Jesús. Se está realizando cuanto está contenido en la Tercera
parte de mi mensaje, que aún no ha sido revelado, pero que ya se ha vuelto
patente por los mismos sucesos que estáis viviendo”.
•
Papa Paulo VI:
“El humo de Satanás ha entrado por las grietas de la Iglesia”
(Homilía del 29 de junio de 1972).
•
Según San Pablo, el anticristo se manifestará precisamente después de que el
Papa sea echado a un lado:
“Tan solo con quitar de en medio a aquel que lo
retiene, entonces se manifestará el impío” (2 Tes 2, 6-8).
Escribía
el Canónico Roca, iluminista excomulgado que colaboró en la infiltración contra
la Iglesia: “En su forma actual, el Papado desaparecerá, el nuevo orden social
se implantará desde Roma pero al margen de Roma, sin Roma, a pesar de Roma,
contra Roma. Y esa nueva Iglesia aunque tal vez no deba conservar nada de la
disciplina escolástica y de la forma rudimentaria de la Iglesia antigua,
recibirá sin embargo de Roma la consagración y la jurisdicción canónica”.
(Aqui no hablamos de un profeta, sino de alguien que conocía perfectamente las intenciones de los enemigos de la Iglesia)
La
nueva iglesia apoyará la unificación de las religiones y la falsa paz,
cumpliéndose lo dicho por Jesucristo en el sentido de que incluso los elegidos
podrán ser engañados.
El
Cardenal Karol Wojtyla fue muy claro cuando declaró, ante el Congreso
Eucarístico de Pennsylvania, en 1977: “Estamos ante la confrontación histórica
más grande que la humanidad haya tenido. Estamos ante la contienda final entre
la Iglesia y la anti-iglesia, el Evangelio y el anti-evangelio. Esta
confrontación descansa dentro de los planes de la Divina Providencia y es un
reto que la Iglesia entera tiene que aceptar”.
Si
la renuncia de Benedicto XVI fue nula por inexistencia, el Cónclave fue
inválido, ya que nunca hubo sede vacante. Ese hecho plantea una cuestion
acuciante: ¿no seguira Benedicto XVI siendo el Vicario de Cristo a los ojos de
Dios? ¿No será Benedicto XVI quien tenga que huir de Roma en medio de la
persecución? Son preguntas que se irán resolviendo con el tiempo.
En
1917 les fue revelado a tres pastorcitos en Fátima, Portugal, la misma
revelación que tuvo el Papa San Pío X unos años antes, solo que de forma
todavía más precisa: “Vimos a un obispo vestido de blanco, que teníamos el
presentimiento fuera el Santo Padre, huir de una ciudad en ruinas tembloroso y
con paso vacilante”.
La
versión de Fátima apunta todavía más a que pudiera tratarse del Papa que
renunció, a Benedicto XVI, y explicaría la frase “Vimos a un obispo vestido de
blanco, que teníamos el presentimiento fuera el Santo Padre”. Si hubiera sido
evidente que se trataba del Papa reinante, lo habrían dicho de forma innegable.
En cambio, vieron a un “obispo vestido de blanco”. Ellos nunca se pudieron
imaginar el tema de la “renuncia”, por lo que solo tuvieron “el
presentimiento”.
El
segundo elemento es todavía más preciso y revelador: lo vieron huyendo
“tembloroso y con paso vacilante”, lo cual puede deberse a su avanzada edad.
Y
un tercer elemento también revelador: de ese mismo obispo vestido de blanco que
antes ven huyendo de Roma, después afirman, a la hora en que es asesinado sobre
una colina, que se trataba del “Santo Padre”.
Posteriormente
a la huida del Papa legítimo, el antipapa se quedará en Roma liderando la
“nueva iglesia”, apoyando la unión apóstata de las religiones. Es la
“abominación desoladora” anunciada desde antiguo por el profeta Daniel,
instaurada en el lugar santo.
En
palabras del Cardenal Luigi Ciappi, teólogo personal del Papa Juan Pablo II:
“El Tercer Secreto se refiere a que la pérdida de la fe en la Iglesia, es
decir, la apostasía, saldrá de la cúspide de la Iglesia”.
"Al final, mi inmaculado corazón triunfará"
sábado, 28 de septiembre de 2013
Los "Peritos" del Concilio
Como todos los Padres, Mons. Lefebvre había recibido
la lista de los expertos nombrados por el Papa Juan XXIII para las diversas
comisiones preparatorias, y la leyó atentamente. Por eso en la primera sesión de
la Comisión Central el 15 de Junio de 1961, cuando le tocó el
turno de dar su opinión, no dudó en denunciar (fue el único en hacerlo) la
contradicción entre los dichos y los hechos.
“En cuanto a las cualidades de los teólogos y
canonistas del Concilio, queda claro, como lo han dicho de forma explicita los
consejeros, que ante todo deben tener el sentido de la Iglesia y adherir de
corazón, de palabra y de obra a la doctrina de los Sumos Pontífices, expuesta
en todos los documentos que proceden de ellos”.
“Hay que afirmar este principio hoy más que
nunca, pues no ha dejado de sorprendernos mucho, en mi humilde opinión, leer en
la lista de comisiones preparatorias los nombres de algunos teólogos cuya
doctrina no parece reunir las cualidades que requieren los consejeros”.
En efecto, por lo menos tres consultores
habían sido censurados o sancionados por la autoridad superior
En ese momento, contó después Mons.
Lefebvre, el Cardenal Ottaviani no pareció tener en cuenta mis palabras, pero después
en la reunión, en el café, me tomó del brazo:
“- Ya lo sé –me dijo–, pero ¡qué puedo hacer? Así lo ha querido el Santo
Padre: quiere expertos de renombre”
Pero. ¿Quienes eran esos "expertos de renombre", tan queridos por el "Papa Bueno" y por
quienes el Obispo de Hierro sentía recelo?
Yves Congar O.P.
neomodernismo extremista
Nació en 1904 en Francia. Ordenado sacerdote en 1930, manifestó tendencias ecumenistas, y en 1937, después de haberse comprometido prácticamente en la “renovación” litúrgica, escribió su primer libro: Chrétiens désunis [Cristianos desunidos]. Comenzó a enseñar en 1945, en Le Saulchoir. Roma le prohibió, en 1948, que participara en la Semana Ecuménica de Amsterdam; después L’Osservatore Romano atacó su Chrétiens désunis, obra que criticaba la estructura jerárquica y piramidal de la Iglesia. En 1950 la encíclica Humani Generis le aludió al condenar su “imprudente irenismo”. Fue apartado de la docencia en 1954. Juan XXIII lo nombró consultor de la Comisión Preparatoria del Concilio, donde se ocupó del documento sobre la Iglesia Lumen Gentium , así como de la Gaudium et Spes (relaciones con el mundo moderno), de la Dei Verbum (revelación divina), de la Dignitatis Humanae (libertad religiosa), de la Nostra Aetate (relaciones con el judaísmo y las demás religiones acristianas) y de la Unitatis Redintegratio (ecumenismo). Pablo VI dijo de él que era el teólogo que más había trabajado en la elaboración de los textos del Vaticano II. Juan Pablo II le creó Cardenal. Murió en 1995.
Henri de Lubac S.J.
Nació en 1896 en Francia. Se hizo jesuíta en 1913. Fue profesor de teología en el escolasticado de Lyon-Fourviére de 1929 a 1950, año en que se le removió de la docencia a causa de la condena implícita de su libro Le surnaturel [Lo sobrenatural] (1946) en la encíclica Humani Generis de Pío XII (12 de agosto de 1950). Juan XXIII lo readmitió en la docencia en 1960 y lo nombró perito del Concilio. Juan Pablo II lo nombró cardenal en 1983. Murió en 1990.
Karl Rahner S.J.
postmodernismo radical
Nació en 1904, en Alemania. Se incorporó a los jesuítas en 1922. Entre 1924 y 1927 estudió el “tomismo trascendental” con el padre Joseph Maréchal, o sea, aplicó al tomismo la filosofía trascendental y subjetivista kantiana. Se ordenó de sacerdote en 1932. De 1934 a 1936 estudió filosofía en Friburgo con Heidegger, e intentó renovar la Escolástica ni más ni menos que dejando atrás a Kant y dialogando con el pensamiento existencialista postmoderno. Se le había prohibido escribir a finales de la década de los cincuenta, mas Juan XXIII lo invitó al Concilio en calidad de perito y así lo “rehabilitó”. Fundó la revista Concilium en 1963, en compañía de Schillebeeckx, Metz, Congar y Küng. Pablo VI lo nombró, en 1969, miembro de la Comisión Internacional de los Teólogos Católicos. Murió en 1984.
Rahner hizo de puente, junto con Schillebeeckx, entre los teólogos neo-modernistas que prepararon e hicieron el Vaticano II (De Lubac, Chenu y Daniélou) y los teólogos postconciliares o postmodernistas, quienes asumen no solo la filosofía moderna (de Descartes a Hegel) sino también la postmoderna o nihilista (de Nietzsche al existencialismo).
Pero estos tres sujetos no fueron las unicas joyitas.... para más INRI...
. . Marie-Dominique Chenu
neomodernismo moderado
Nació en 1895 en Francia. Ingresó en la Orden de Santo Domingo en 1913. Fue profesor de teología en Le Saulchoir de 1920 a 1942, cuando fue apartado de la docencia tras la condena de su libro Une École de Théologie [Una Escuela de Teología] (1937). Nombrado perito conciliar, en 1960, por Juan XXIII, participó activamente en la preparación de la Gaudium et Spes junto con De Lubac. Murió en 1990.
. Jean Daniélou
neomodernismo moderado
Nació en 1905 en Francia. Después de estudiar Filosofía y Letras en la Sorbona, entró en la Compañía de Jesús en 1929 y se consagró a la docencia. Continuó más tarde los estudios de teología en la facultad católica de Lyon, una de las más reputadas a la sazón. Se ordenó de sacerdote en 1938. Sirvió en las fuerzas aéreas durante la Segunda Guerra mundial, hasta 1940. Acabada la contienda, completó su doctorado en teología en 1942. El mismo año fundó la colección de obras Sources Chrétiennes [Fuentes Cristianas], en colaboración con Henri de Lubac, supuestamente para favorecer el estudio de los Padres de la Iglesia, pero, en realidad, con el designio de oponerlos a la Escolástica. Lo nombraron en 1944 catedrático de Historia Antigua del Cristianismo en el Instituto Católico de París, en el que llegó a ser decano con el correr del tiempo. A petición de Juan XXIII tomó parte en el Concilio Vaticano II a título de experto. Metió mucho ruido su muerte repentina en casa de una persona de mala reputación (1974). Su actividad como teólogo: estudió, con una fuerte tendencia judaizante, las relaciones entre el judaísmo y el cristianismo; estudió así mismo, en adhesión plena a la “neoteología”, las relaciones entre la fe y la teología contemporánea; trabajó en el problema de la verdad entendida en sentido blondeliano, y también, siguiendo a De Lubac, en el de las relaciones entre la gracia y la naturaleza; ahondó, además, de manera crítica, en el tema del marxismo. Sus estudios contribuyeron a la preparación de los documentos del Concilio Vaticano II.
. Hans Urs Von Balthasar
neomodernismo moderado
Nació en 1905 en Suiza. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1929. Estudió teología con De Lubac en Lyon-Fourviére, entre 1934 y 1938. Escribió en 1952 su primera obra Abatir los bastiones, unos bastiones que, al decir de él, la propia Iglesia había erigido entre ella y el mundo. No fue llamado al Concilio, pero Pablo VI lo nombró, en 1969, miembro de la Comisión Teológica Internacional. Murió en 1988, dos días antes de recibir el birrete cardenalicio de parte de Juan Pablo II.
. Edward Schillebeeckx
postmodernismo radical
Nació en 1914, en Bélgica. Entró en 1934 en la Orden de Santo Domingo, donde estudió la fenomenología de Husserl e intentó practicar una síntesis entre tomismo y fenomenologismo. Se ordenó de sacerdote en 1941. En 1945 estudió con Chenu en Le Saulchoir, y se inició en el historicismo y el relativismo teológico; de aquí derivó hacia el acercamiento al existencialismo postmoderno, al personalismo y al marxismo, con lo que llegó a ser uno de los dos representantes principales del postmodernismo o nihilismo teológico postmoderno (el otro fue Rahner). No se le nombró oficialmente perito conciliar, pero, al ser el consejero del cardenal Alfrink, influyó notablemente en el Vaticano II por conducto del episcopado holandés. Inspiró el Nuevo Catecismo Holandés. En 1968 fue reconvenido por el Santo Oficio, mientras que en 1977 la Congregación para la Doctrina de la Fe lo sometió a una investigación relativa a sus opiniones radicalmente heréticas sobre la presencia real, el celibato eclesiástico y la divinidad de Cristo.
. Hans Küng
postmodernismo
ultrarradical
Nació en 1928, en Suiza. Aún no ha fallecido. Entre 1948 y 1955 estudió en la Gregoriana y se especializó en las relaciones ecuménicas entre el catolicismo y el protestantismo. Escribió Concilio y reunificación en 1960. Fue nombrado perito conciliar en 1962. Fundó en 1963 la revista Concilium junto con Congar, Schillebeeckx, Rahner y Metz. En 1968 se declaró públicamente en contra de la Humane Vitae de Pablo VI y del celibato eclesiástico. Escribió en 1970 su obra ¿Infalible?, en la que impugnó el dogma de la infalibilidad pontificia. Se le apartó de la enseñanza en 1979 a causa de algunas opiniones demasiado extremistas.
Juan XXIII era más bien proclive al laxismo. Quizá su cabeza fuera bastante tradicional, pero desde luego no lo era su corazón. Bajo la apariencia de profesar cierta amplitud de miras, había resbalado con mucha facilidad hacia un espíritu liberal. Y cuando (más tarde) le comentaban las dificultades del Concilio, aseguraba a sus interlocutores que "todo se arreglaría" y que "todo el mundo se pondría de acuerdo". No podía aceptar la idea de que algunos tuvieran malas intenciones y que había que estar alerta (...) Asímismo impuso a los expertos condenados por el Santo Oficio, a pesar de las razonables inquietudes que provocó su decisión.
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