Este blog no tiene actualizaciones, y se lee hacia atrás, solo es una recopilación de distintas publicaciones de otros blog expertos en estos temas... las publicaciones no son mías... Y me atrevo a publicarlas para que conozcas la Bimilenaria tradición de la Iglesia.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Los "Peritos" del Concilio


Como todos los Padres, Mons. Lefebvre había recibido la lista de los expertos nombrados por el Papa Juan XXIII para las diversas comisiones preparatorias, y la leyó atentamente. Por eso en la primera sesión de la Comisión Central el 15 de Junio de 1961, cuando le tocó el turno de dar su opinión, no dudó en denunciar (fue el único en hacerlo) la contradicción entre los dichos y los hechos.

“En cuanto a las cualidades de los teólogos y canonistas del Concilio, queda claro, como lo han dicho de forma explicita los consejeros, que ante todo deben tener el sentido de la Iglesia y adherir de corazón, de palabra y de obra a la doctrina de los Sumos Pontífices, expuesta en todos los documentos que proceden de ellos”.
“Hay que afirmar este principio hoy más que nunca, pues no ha dejado de sorprendernos mucho, en mi humilde opinión, leer en la lista de comisiones preparatorias los nombres de algunos teólogos cuya doctrina no parece reunir las cualidades que requieren los consejeros”. 

En efecto, por lo menos tres consultores habían sido censurados o sancionados por la autoridad superior

En ese momento, contó después Mons. Lefebvre, el Cardenal Ottaviani no pareció tener en cuenta mis palabras, pero después en la reunión, en el café, me tomó del brazo:
“- Ya lo sé –me dijo–, pero ¡qué puedo hacer? Así lo ha querido el Santo Padre: quiere expertos de renombre”  


Pero. ¿Quienes eran esos "expertos de renombre", tan queridos por el "Papa Bueno" y por quienes el Obispo de Hierro sentía recelo?

     Yves Congar O.P.     
neomodernismo extremista

Fue uno de los artífices intelectuales del Concilio Vaticano II 
Nació en 1904 en Francia. Ordenado sacerdote en 1930, manifestó tendencias ecumenistas, y en 1937, después de haberse comprometido prácticamente en la “renovación” litúrgica, escribió su primer libro: Chrétiens désunis [Cristianos desunidos]. Comenzó a enseñar en 1945, en Le Saulchoir. Roma le prohibió, en 1948, que participara en la Semana Ecuménica de Amsterdam; después L’Osservatore Romano atacó su Chrétiens désunis, obra que criticaba la estructura jerárquica y piramidal de la Iglesia. En 1950 la encíclica Humani Generis le aludió al condenar su “imprudente irenismo”. Fue apartado de la docencia en 1954. Juan XXIII lo nombró consultor de la Comisión Preparatoria del Concilio, donde se ocupó del documento sobre la Iglesia  Lumen Gentium , así como de la  Gaudium et Spes  (relaciones con el mundo moderno), de la  Dei Verbum  (revelación divina), de la  Dignitatis Humanae  (libertad religiosa), de la  Nostra Aetate  (relaciones con el judaísmo y las demás religiones acristianas) y de la  Unitatis Redintegratio  (ecumenismo). Pablo VI dijo de él que era el teólogo que más había trabajado en la elaboración de los textos del Vaticano II. Juan Pablo II le creó Cardenal. Murió en 1995.

    Henri de Lubac S.J.    
neomodernismo moderado

Nació en 1896 en Francia. Se hizo jesuíta en 1913. Fue profesor de teología en el escolasticado de Lyon-Fourviére de 1929 a 1950, año en que se le removió de la docencia a causa de la condena implícita de su libro Le surnaturel [Lo sobrenatural] (1946) en la encíclica Humani Generis de Pío XII (12 de agosto de 1950). Juan XXIII lo readmitió en la docencia en 1960 y lo nombró perito del Concilio. Juan Pablo II lo nombró cardenal en 1983. Murió en 1990.

    Karl Rahner S.J.    
postmodernismo radical

Nació en 1904, en Alemania. Se incorporó a los jesuítas en 1922. Entre 1924 y 1927 estudió el “tomismo trascendental” con el padre Joseph Maréchal, o sea, aplicó al tomismo la filosofía trascendental y subjetivista kantiana. Se ordenó de sacerdote en 1932. De 1934 a 1936 estudió filosofía en Friburgo con Heidegger, e intentó renovar la Escolástica ni más ni menos que dejando atrás a Kant y dialogando con el pensamiento existencialista postmoderno. Se le había prohibido escribir a finales de la década de los cincuenta, mas Juan XXIII lo invitó al Concilio en calidad de perito y así lo “rehabilitó”. Fundó la revista Concilium en 1963, en compañía de Schillebeeckx, Metz, Congar y Küng. Pablo VI lo nombró, en 1969, miembro de la Comisión Internacional de los Teólogos Católicos. Murió en 1984.

Rahner hizo de puente, junto con Schillebeeckx, entre los teólogos neo-modernistas que prepararon e hicieron el Vaticano II (De Lubac, Chenu y Daniélou) y los teólogos postconciliares o postmodernistas, quienes asumen no solo la filosofía moderna (de Descartes a Hegel) sino también la postmoderna o nihilista (de Nietzsche al existencialismo).

Pero estos tres sujetos no fueron las unicas joyitas.... para más INRI...

     . . Marie-Dominique Chenu    
neomodernismo moderado

Nació en 1895 en Francia. Ingresó en la Orden de Santo Domingo en 1913. Fue profesor de teología en Le Saulchoir de 1920 a 1942, cuando fue apartado de la docencia tras la condena de su libro Une École de Théologie [Una Escuela de Teología] (1937). Nombrado perito conciliar, en 1960, por Juan XXIII, participó activamente en la preparación de la  Gaudium et Spes  junto con De Lubac. Murió en 1990.

  . Jean Daniélou    
neomodernismo moderado

Nació en 1905 en Francia. Después de estudiar Filosofía y Letras en la Sorbona, entró en la Compañía de Jesús en 1929 y se consagró a la docencia. Continuó más tarde los estudios de teología en la facultad católica de Lyon, una de las más reputadas a la sazón. Se ordenó de sacerdote en 1938. Sirvió en las fuerzas aéreas durante la Segunda Guerra mundial, hasta 1940. Acabada la contienda, completó su doctorado en teología en 1942. El mismo año fundó la colección de obras Sources Chrétiennes [Fuentes Cristianas], en colaboración con Henri de Lubac, supuestamente para favorecer el estudio de los Padres de la Iglesia, pero, en realidad, con el designio de oponerlos a la Escolástica. Lo nombraron en 1944 catedrático de Historia Antigua del Cristianismo en el Instituto Católico de París, en el que llegó a ser decano con el correr del tiempo. A petición de Juan XXIII tomó parte en el Concilio Vaticano II a título de experto. Metió mucho ruido su muerte repentina en casa de una persona de mala reputación (1974). Su actividad como teólogo: estudió, con una fuerte tendencia judaizante, las relaciones entre el judaísmo y el cristianismo; estudió así mismo, en adhesión plena a la “neoteología”, las relaciones entre la fe y la teología contemporánea; trabajó en el problema de la verdad entendida en sentido blondeliano, y también, siguiendo a De Lubac, en el de las relaciones entre la gracia y la naturaleza; ahondó, además, de manera crítica, en el tema del marxismo. Sus estudios contribuyeron a la preparación de los documentos del Concilio Vaticano II.

  . Hans Urs Von Balthasar    
neomodernismo moderado

Nació en 1905 en Suiza. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1929. Estudió teología con De Lubac en Lyon-Fourviére, entre 1934 y 1938. Escribió en 1952 su primera obra Abatir los bastiones, unos bastiones que, al decir de él, la propia Iglesia había erigido entre ella y el mundo. No fue llamado al Concilio, pero Pablo VI lo nombró, en 1969, miembro de la Comisión Teológica Internacional. Murió en 1988, dos días antes de recibir el birrete cardenalicio de parte de Juan Pablo II.

  . Edward Schillebeeckx    
postmodernismo radical

Nació en 1914, en Bélgica. Entró en 1934 en la Orden de Santo Domingo, donde estudió la fenomenología de Husserl e intentó practicar una síntesis entre tomismo y fenomenologismo. Se ordenó de sacerdote en 1941. En 1945 estudió con Chenu en Le Saulchoir, y se inició en el historicismo y el relativismo teológico; de aquí derivó hacia el acercamiento al existencialismo postmoderno, al personalismo y al marxismo, con lo que llegó a ser uno de los dos representantes principales del postmodernismo o nihilismo teológico postmoderno (el otro fue Rahner). No se le nombró oficialmente perito conciliar, pero, al ser el consejero del cardenal Alfrink, influyó notablemente en el Vaticano II por conducto del episcopado holandés. Inspiró el Nuevo Catecismo Holandés. En 1968 fue reconvenido por el Santo Oficio, mientras que en 1977 la Congregación para la Doctrina de la Fe lo sometió a una investigación relativa a sus opiniones radicalmente heréticas sobre la presencia real, el celibato eclesiástico y la divinidad de Cristo.

  . Hans Küng    
postmodernismo ultrarradical

Nació en 1928, en Suiza. Aún no ha fallecido. Entre 1948 y 1955 estudió en la Gregoriana y se especializó en las relaciones ecuménicas entre el catolicismo y el protestantismo. Escribió Concilio y reunificación en 1960. Fue nombrado perito conciliar en 1962. Fundó en 1963 la revista Concilium junto con Congar, Schillebeeckx, Rahner y Metz. En 1968 se declaró públicamente en contra de la Humane Vitae de Pablo VI y del celibato eclesiástico. Escribió en 1970 su obra ¿Infalible?, en la que impugnó el dogma de la infalibilidad pontificia. Se le apartó de la enseñanza en 1979 a causa de algunas opiniones demasiado extremistas.



Juan XXIII era más bien proclive al laxismo. Quizá su cabeza fuera bastante tradicional, pero desde luego no lo era su corazón. Bajo la apariencia de profesar cierta amplitud de miras, había resbalado con mucha facilidad hacia un espíritu liberal. Y cuando (más tarde) le comentaban las dificultades del Concilio, aseguraba a sus interlocutores que "todo se arreglaría" y que "todo el mundo se pondría de acuerdo". No podía aceptar la idea de que algunos tuvieran malas intenciones y que había que estar alerta (...) Asímismo impuso a los expertos condenados por el Santo Oficio, a pesar de las razonables inquietudes que provocó su decisión.




Carta a "LlamámeJorge"

Los enlaces marcados con el símbolo "(*)" no vienen en el original, son añadidos del presente Blog para dar una visión mucho mas amplia.


Huixquilucan, México, a 23 de septiembre del 2013

Muy querido Papa Francisco:

Me da mucho gusto tener esta oportunidad para saludarte.

Seguramente no te acordarás de mí y lo comprendo, pues, viendo a tanta gente cada día, debe ser muy difícil para ti recordar a todas las personas con las que has dialogado y convivido en algún momento de tu vida.

A lo largo de los últimos 12 años, coincidimos, tú y yo, varias veces, en algunas reuniones, encuentros y congresos eclesiales que se llevaron a cabo en ciudades de Centro y Sudamérica con distintos temas (comunicación, catequesis, educación), lo cual me dio la oportunidad de convivir contigo durante varios días, durmiendo bajo el mismo techo, compartiendo el mismo comedor y hasta la misma mesa de trabajo.

En aquel entonces, tú eras el Arzobispo de Buenos Aires y yo era la directora de un importante medio de comunicación católico. Ahora, tú eres nada más y nada menos que el Papa y yo soy… sólo una madre de familia, cristiana, con un esposo muy bueno y nueve hijos, que da clases de Matemáticas en la Universidad y que trata de colaborar lo mejor que puede con la Iglesia, desde el lugar en que Dios le ha puesto.

De aquellas reuniones en las que coincidimos hace ya varios años, recuerdo que en más de una ocasión te dirigiste a mí diciéndome:

– “Niña, decime Jorge Mario, que somos amigos”, a lo que yo respondía asustada:

– “De ninguna manera, Sr. Cardenal! ¡Dios me libre de tutear a uno de sus príncipes en la Tierra!

Ahora, en cambio, sí me atrevo a tutearte, pues ya no eres el Card. Bergoglio, sino el Papa, mi Papa, el dulce Cristo en la tierra, a quien tengo la confianza de dirigirme como a mi propio padre.

Me he decidido a escribirte porque estoy sufriendo y necesito que me consueles.

Te explicaré lo que me sucede, tratando de ser lo más breve posible. Sé que te gusta consolar a los que sufren y ahora, yo soy uno de ellos.

Cuando te conocí por primera vez, siendo el cardenal Bergoglio, y durante esas convivencias cercanas, me llamaba la atención y me desconcertaba que nunca hacías las cosas como los demás cardenales y obispos. Por poner algunos ejemplos: eras el único entre ellos que no hacía la genuflexión frente al sagrario ni durante la Consagración; si todos los obispos se presentaban con su sotana o traje talar, porque así lo requerían las normas de la reunión, tú te presentabas con traje de calle y alzacuellos. Si todos se sentaban en los lugares reservados para los obispos y cardenales, tú dejabas vacío el sitio del cardenal Bergoglio y te sentabas hasta atrás, diciendo “aquí estoy bien, así me siento más a gusto”. Si los demás llegaban en un coche correspondiente a la dignidad de un obispo, tú llegabas, más tarde que los demás, ajetreado y presuroso, contando en voz alta tus encuentros en el transporte público que habías elegido para llegar a la reunión.

Al ver esas cosas, ¡qué vergüenza contártelo!, yo decía para mis adentros:

– “Uf… ¡qué ganas de llamar la atención! ¿por qué no, si quiere ser de verdad humilde y sencillo, mejor se comporta como los demás obispos para pasar desapercibido?”. (*)

Mis amigos argentinos que también asistían a esas reuniones, notaban de alguna manera mi desconcierto, y me decían:

“No – “No eres la única. A todos nos desconcierta siempre, pues sabemos que tiene los criterios claros, ya que en sus discursos formales muestra unas convicciones y certezas siempre fieles al Magisterio y a la Tradición de la Iglesia; es un valiente y fiel defensor de la recta doctrina. Pero… al parecer, le gusta caerle bien a todos y estar bien con todos, así que puede un día decir un discurso en la TV en contra del aborto y, al día siguiente, en la misma TV, aparecer bendiciendo a las feministas pro-aborto en la Plaza de Mayo; puede decir un discurso maravilloso contra los masones y, unas horas después, estar cenando y brindando con ellos en el Club de Rotarios.” (*)

Mi querido Papa Francisco, ése fue el Card. Bergoglio que conocí de cerca: un día charlando animadamente con Mons. Duarte y Mons. Aguer acerca de la defensa de la vida y de la Liturgia y, ese mismo día, en la cena, charlando, igual de animadamente, con Mons. Ysern y Mons. Rosa Chávez acerca de las comunidades de base y las terribles barreras que significan “las enseñanzas dogmáticas” de la Iglesia. Un día, amigo del Card. Cipriani y del Card. Rodríguez Maradiaga, hablando de la ética empresarial y en contra de las ideologías de la Nueva Era y, un rato después, amigo de Casaldáliga y Boff hablando de lucha de clases y de “la riqueza” que las técnicas orientales pueden aportar a la Iglesia. (*)

Con estos antecedentes, comprenderás que abrí unos ojos enormes en el momento que escuché tu nombre después del “Habemus Papam” y, desde ese momento (antes de que tú lo pidieras) recé por ti y por mi querida Iglesia. Y no he dejado de hacerlo ni un solo día, desde entonces.

Cuando te vi salir al balcón, sin mitra y sin muceta, rompiendo el protocolo del saludo y la lectura del texto en latín, buscando con ello diferenciarte del resto de los Papas de la historia, dije sonriendo preocupada para mis adentros:

– “Sí, no cabe duda. Se trata del cardenal Bergoglio”.

Durante los días que siguieron a tu elección, me diste varias oportunidades para confirmar que eras el mismo a quien yo había conocido de cerca, siempre buscando ser diferente, pues pediste zapatos distintos, anillo distinto, cruz distinta, silla distinta y hasta habitación y casa distinta al resto de los Papas, que siempre se habían acomodado humildemente a lo ya existente, sin requerir de cosas “especiales” para ellos.

En esos días estaba yo tratando de recuperarme del dolor inmenso que sentía por la renuncia de mi queridísimo y admiradísimo Papa Benedicto XVI, con quien me identifiqué desde el inicio de manera extrema, por su claridad en sus enseñanzas (es el mejor profesor del mundo), por su fidelidad a la Sagrada Liturgia, por su valentía en defender la recta doctrina en medio de los enemigos de la Iglesia y por mil cosas más que no enumeraré. Con él en el timón de la Barca de Pedro, yo sentía que pisaba sobre tierra firme. Y con su renuncia, sentí que la tierra desaparecía bajo mis pies, pero la entendí, pues realmente los vientos estaban demasiado tempestuosos y el papado significaba algo demasiado rudo para sus fuerzas disminuidas por la edad, en la terrible y violenta guerra cultural que estaba librando.

Me sentía como abandonada en medio de la guerra, en pleno terremoto, en lo más feroz de un huracán y fue cuando llegaste tú a sustituirlo en el timón. ¡Tenemos capitán de nuevo, demos gracias a Dios! Confié plenamente (sin ninguna duda de por medio) en que, con la asistencia del Espíritu Santo, con la oración de todos los fieles, con el peso de la responsabilidad, con la asesoría del equipo de trabajo en el Vaticano y con la consciencia de estar siendo observado por todo el mundo, el Papa Francisco dejaría atrás las cosas especiales y las ambivalencias del Card. Bergoglio y tomaría de inmediato el mando del ejército, para, con fuerzas renovadas, continuar los pasos en la lucha intensa que su predecesor venía librando.

Pero, para mi sorpresa y desconcierto, mi nuevo general, en lugar de tomar las armas al llegar, comenzó su mandato utilizando el tiempo del Papa para telefonearle a su peluquero, a su dentista, a su casero y a su periodiquero, atrayendo las miradas hacia su propia persona y no hacia los asuntos relevantes del papado. (*)

Han pasado seis meses desde entonces y reconozco, con cariño y emoción, que has hecho trillones de cosas buenas. Me gustan mucho (muchísimo) tus discursos formales (a los políticos, a los ginecólogos, a los comunicadores, en la Jornada de la Paz, etcétera) y tus homilías en las Fiestas Solemnes, porque en ellas se nota una minuciosa preparación y una profunda meditación de cada palabra empleada. Tus palabras, en esos discursos y homilías, han sido un verdadero alimento para mi espíritu. Me gusta mucho que la gente te quiera y te aplauda. ¡Eres mi Papa, el Jefe Supremo de mi Iglesia, de la Iglesia de Cristo!

Sin embargo, y esta es la razón de mi carta, debo decirte que también he sufrido (y sufro) con muchas de tus palabras, porque has dicho cosas que las he sentido como estocadas en el bajo vientre a mis intentos sinceros de fidelidad al Papa y al Magisterio.

Me siento triste, sí, pero la mejor palabra para expresar mis sentimientos actuales es la perplejidad. No sé, de verdad, qué debo hacer, no sé qué debo decir y qué callar, no sé hacia dónde tirar ni hacia dónde aflojar. Necesito que me orientes, querido Papa Francisco. De verdad estoy sufriendo, y mucho, por esa perplejidad que me tiene inmóvil.

Mi grave problema es que he dedicado gran parte de mi vida al estudio de la Sagrada Escritura, de la Tradición y el Magisterio, con el objetivo de tener razones firmes para defender mi fe. Y ahora, muchas de esas bases firmes resultan contradictorias con lo que mi querido Papa hace y dice. Estoy perpleja, de verdad, y necesito que me digas qué debo hacer.

Me explico con algunos ejemplos:

No puedo aplaudirle a un Papa que no hace la genuflexión frente al Sagrario ni en la Consagración como lo marca el ritual de la Misa, pero tampoco puedo criticarlo, pues ¡Es el Papa!

Benedicto XVI nos pidió, en la Redemptionis Sacramentum, que informáramos al obispo del lugar de las infidelidades y abusos litúrgicos que viéramos. Pero… ¿debo informar al Papa, o a quién, por encima de él, que el Papa no respeta la liturgia? ¿O al Papa no se le reporta? No sé qué debo hacer. ¿Desobedezco las indicaciones de nuestro Papa emérito?

No puedo sentirme feliz de que hayas eliminado el uso de la patena y los reclinatorios para los comulgantes; y menos me puede encantar que no bajes nunca a dar la comunión a los fieles, que no te llames a ti mismo “el Papa” sino sólo “el obispo de Roma”, que no uses ya el anillo de pescador, pero tampoco puedo quejarme, pues ¡eres el Papa! (*)

No puedo sentirme orgullosa de que le hayas lavado los pies a una mujer musulmana en el Jueves Santo, pues es una violación a las normas litúrgicas, pero no puedo decir ni pío, pues ¡Eres el Papa, a quien respeto y le debo ser fiel! (*)

Me dolió terriblemente cuando castigaste a los frailes franciscanos de la Inmaculada porque celebraban la Misa en el rito antiguo, pues tenían el permiso expreso de tu predecesor en la Summorum Pontificum. Y castigarlos, significa ir en contra de las enseñanzas de los Papas anteriores. Pero ¿a quién le puedo contar mi dolor? ¡Eres el Papa! (*)

No supe qué pensar ni qué decir, cuando te burlaste públicamente del grupo que te mandó un ramillete espiritual, llamándoles “ésos que cuentan las oraciones”. Siendo el ramillete espiritual una tradición hermosísima en la Iglesia, ¿qué debo pensar yo, si a mi Papa no le gusta y se burla de quienes los ofrecen? (*)

Tengo mil amigos “pro-vida” que, siendo católicos de primera, los derrumbaste hace unos días al llamarles obsesionados y obsesivos. ¿Qué debo hacer yo? ¿Consolarlos, suavizando falsamente tus palabras o herirlos más, repitiendo lo que tú dijiste de ellos, por querer ser fiel al Papa y a sus enseñanzas?

En la JMJ llamaste a los jóvenes a que “armaran lío en las calles”. La palabra “lío”, hasta donde yo sé, es sinónimo de “desorden”, “caos”, “confusión”. ¿De verdad eso es lo que quieres que armen los jóvenes cristianos en las calles? ¿No hay ya bastante confusión y desorden como para incrementarlo?

Conozco a muchas mujeres solteras mayores (solteronas), que son muy alegres, muy simpáticas y muy generosas y que se sintieron verdaderas piltrafas cuando tú le dijiste a las religiosas que no debían tener cara de solteronas. Hiciste sentir muy mal a mis amigas y a mí me dolió en el alma por ellas, pues no tiene nada de malo haberse quedado soltera y dedicar la vida a las buenas obras (de hecho, la soltería viene especificada como una vocación en el Catecismo). ¿Qué les debo decir yo a mis amigas “solteronas”? ¿Que el Papa no hablaba en serio (cosa que no puede hacer un Papa) o mejor les digo que apoyo al Papa en que todas las solteronas tienen cara de religiosas amargadas? (*)

Hace un par de semanas dijiste que “éste, que estamos viviendo, es uno de los mejores tiempos de la Iglesia”. ¿Cómo puede decir eso el Papa, cuando todos sabemos que hay millones de jóvenes católicos viviendo en concubinato y otros tantos millones de matrimonios católicos tomando anticonceptivos; cuando el divorcio es “nuestro pan de cada día” y millones de madres católicas matan a sus hijos no nacidos con la ayuda de médicos católicos; cuando hay millones de empresarios católicos que no se guían por la doctrina social de la Iglesia, sino por la ambición y la avaricia; cuando hay miles de sacerdotes que cometen abusos litúrgicos; cuando hay cientos de millones de católicos que jamás han tenido un encuentro con Cristo y no conocen ni lo más esencial de la doctrina; cuando la educación y los gobiernos están en manos de la masonería y la economía mundial en manos del sionismo? ¿Es éste el mejor tiempo de la Iglesia?

Cuando lo dijiste, querido Papa, me aterré pensando si lo decías en serio. Si el capitán no está viendo el iceberg que tenemos enfrente, es muy probable que nos estrellemos contra él. ¿Lo decías en serio porque así lo crees sinceramente o fue “sólo un decir”?

Muchos grandes predicadores se han sentido desolados al saber que dijiste que ya no hay que hablar más de los temas de los cuales la Iglesia ya ha hablado y que están escritos en el Catecismo. Dime, querido Papa Francisco, ¿qué debemos hacer, entonces, los cristianos que queremos ser fieles al Papa y también al Magisterio y a la Tradición? ¿Dejamos de predicar aunque San Pablo nos haya dicho que hay que hacerlo a tiempo y destiempo? ¿Acabamos con los predicadores valientes, los forzamos a enmudecer, mientras apapachamos a los pecadores y con dulzura les decimos que, si pueden y quieren, lean el Catecismo para que sepan lo que la Iglesia dice?

Cada vez que hablas de “los pastores con olor a oveja”, pienso en todos aquellos sacerdotes que se han dejado contaminar por las cosas del mundo y que han perdido su aroma sacerdotal para adquirir cierto olor a podredumbre. Yo no quiero pastores con olor a oveja, sino ovejas que no huelen a estiércol porque su pastor las cuida y las mantiene siempre limpias.

Hace unos días hablaste de la vocación de Mateo con estas palabras: “Me impresiona el gesto de Mateo. Se aferra a su dinero, como diciendo: ‘¡No, no a mí! No, ¡este dinero es mío!”. No pude evitar comparar tus palabras con el Evangelio (Mt 9, 9), contra lo que el mismo Mateo dice de su vocación: “Y saliendo Jesús de allí, vio a un hombre que estaba sentado frente al telonio, el cual se llamaba Mateo, y le dijo: Sígueme. Y éste se levantó y le siguió.”

No puedo ver en dónde está el aferramiento al dinero (tampoco lo veo en el cuadro de Caravaggio). Veo dos narraciones distintas y una exégesis equivocada. ¿A quién debo creer, al Evangelio o al Papa, si quiero (como de verdad quiero) ser fiel al Evangelio y al Papa?

Cuando hablaste de la mujer que vive en concubinato después de un divorcio y un aborto, dijiste que “ahora vive en paz”. Me pregunto: ¿Puede vivir en paz una mujer que está voluntariamente alejada de la gracia de Dios?

Los Papas anteriores, desde San Pedro hasta Benedicto XVI, han dicho que no es posible encontrar la paz lejos de Dios, pero el Papa Francisco lo ha afirmado. ¿Qué debo apoyar, el magisterio de siempre o esta novedad? ¿Debo afirmar, a partir de hoy, para ser fiel al Papa, que la paz se puede encontrar en una vida de pecado?

Después, soltaste la pregunta pero dejaste sin respuesta lo que debe hacer el confesor, como si quisieras abrir la caja de Pandora, sabiendo que hay cientos de sacerdotes que, equivocadamente, aconsejan seguir en concubinato. ¿Por qué mi Papa, mi querido Papa, no nos dijo en pocas palabras lo que se debe aconsejar en casos como éste, en lugar de abrir la duda en los corazones sinceros?

Conocí al cardenal Bergoglio en plan casi familiar y soy testigo fiel de que es un hombre inteligente, simpático, espontáneo, muy dicharachero y muy ocurrente. Pero, no me gusta que la prensa esté publicando todos tus dichos y ocurrencias, porque no eres un párroco de pueblo; no eres ya el arzobispo de Buenos Aires; ahora eres ¡el Papa! y cada palabra que dices como Papa, adquiere valor de magisterio ordinario para muchos de los que te leemos y escuchamos.

En fin, ya escribí demasiado abusando de tu tiempo, mi buen Papa. Con los ejemplos que te he dado (aunque hay muchos otros) creo que he dejado claro el dolor por la incertidumbre y perplejidad que estoy viviendo.

Sólo tú puedes ayudarme. Necesito un guía que ilumine mis pasos con base en lo que siempre ha dicho la Iglesia, que hable con valentía y claridad, que no ofenda a quienes trabajamos por ser fieles al mandato de Jesús; que le llame “al pan, pan y al vino, vino”, ‘pecado’ al pecado y ‘virtud’ a la virtud, aunque con ello arriesgue su popularidad. Necesito de tu sabiduría, de tu firmeza y claridad. Te pido ayuda, por favor, pues estoy sufriendo mucho.

Sé que Dios te ha dotado de una inteligencia muy aguda, así que, tratando de consolarme a mí misma, he podido imaginar que todo lo que haces y dices es parte de una estrategia para desconcertar al enemigo, presentándote ante él con bandera blanca y logrando así que baje la guardia. Pero me gustaría que nos compartieras tu estrategia a los que luchamos de tu lado, pues, además de desconcertar al enemigo, también nos estás desconcertando a nosotros y ya no sabemos hacia dónde está nuestro cuartel y hacia dónde está el frente enemigo.

Te agradezco, una vez más, todo lo bueno que has hecho y dicho en las fiestas grandes, cuando tus homilías y discursos han sido hermosos, porque de verdad me han servido muchísimo. Tus palabras me han animado e impulsado a amar más, a amar siempre, a amar mejor y a enseñarle al mundo entero el rostro amoroso de Jesús.

Te mando un abrazo filial muy cariñoso, mi querido Papa, con la seguridad de mis oraciones. Te pido también las tuyas, por mí y por mi familia, de la cual te anexo una fotografía, para que puedas rezar por nosotros, con caras y cuerpos conocidos.

Tu hija que te quiere y reza todos los días por ti,

Lucrecia Rego de Planas


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¿Cuál es el verdadero poder que conduce a la Roma actual?

Dijimos en artículo anterior que la “progresía” conciliar neoconservadora, se encuentra pasando una difícil situación. Decíamos que CUNDE LA DESESPERACIÓN. Eso y algo más. También cunde el PÁNICO.

Son personas buenas; de buenos sentimientos y que quieren querer a la Verdadera Iglesia. Se sienten católicos y resuman un “paquete” doctrinal pasable… digamos. No hay porque ver perversos por todas partes. Claro que hay muchos que yerran, pero eso es otra cosa. Y con cuidado decimos esto; podemos cometer un yerro y habremos de disculparnos luego de que ocurriera.

En fin. En esta CARTA una señora que conoce a Bergoglio de otra época y en otras instancias eclesiales, nos da detalles reveladores acerca de lo que ella pudo constatar acerca de Jorge Mario.

Ella lo llama “Santo Padre” “Mi Papa” y todas las lindezas propias de una mujer conciliar que cree que Bergoglio es “su” Papa. Y parece honesta y no tenemos por qué no creerle.

En esta CARTA AL PAPA constatamos lo que venimos diciendo. Los sectores más conservadores de la Iglesia Conciliar están haciendo agua. La autora de la CARTA AL PAPA es progre moderada; se nota que participa en ese IR AL MUNDO pos-conciliar (lo demuestra su actividad, justamente donde conoció a Bergoglio) pero por otra parte tiene (aunque manchada por su vaticanosegundismo) pasable doctrina, no Tradicional que quede claro, pero “zafa”, en términos generales.

Bueno, impresionan las cosas que cuenta. Bergoglio parece un individuo que toda su vida ha querido DAR LA NOTA, o LLAMAR LA ATENCIÓN. Esa actitud parece hasta compulsiva. Parece un “niño terrible”, caprichoso y sobre todo, un TRASGRESOR, ¿recuerda el lector ese término que estuvo tan de moda hace un tiempo? Bueno, Bergoglio es un TRASGRESOR que llega con retraso (debe ser por su manía de viajar en colectivo o subte)

Por otra parte el contenido de la carta es de suma utilidad, porque resume muchas cosas y da una visión de conjunto y con lo que cuenta del pasado de Bergoglio hace que uno se haga la siguiente pregunta:

Siendo Bergoglio lo que muy bien describe la autora de LA CARTA AL PAPA… ¿COMO ELIGIERON A ESTE TIPO?

Error, porque la pregunta debe ser otra:



Siendo Bergoglio lo que es: ¿POR CUAL RAZÓN LO ELIGIERON?

Porque ninguno es inocente. Los señores de escarlata que lo eligieron sabían de quien se trataba. Algunos más, otros menos.

Nadie que tenga en su cabeza al menos dos gramos de sustancia neuronal puede negar que lo que se hace en Roma es absolutamente planificado; cada paso que se da lleva mucho tiempo de análisis, y las decisiones no se toman a las apuradas ni de un día para otro.

Esto se aplica también a la renuncia de Ratzinger, sea que haya sido por los motivos que él alegó en su momento o sea que haya sido por amenazas de muerte, o presiones, o simplemente para dar cumplimiento con las exigencias del verdadero poder que está detrás de toda la jugada.

Preferimos hacernos otro tipo de preguntas y no las que se inducen.

Hay una pregunta que todos debemos hacernos, ¿CUAL ES EL PODER QUE REALMENTE CONDUCE LA IGLESIA CONCILIAR? La respuesta no es fácil ni sencilla.

Todo aquel que haya leído “Los Papeles de Benjamin Benavidez” recordará que el P. Castellani refuerza en muchos pasajes esa idea de que algunas personas tienen conocimientos que no son pa´ cualquiera, que son de un tremendo peso para el alma que los tiene, y que necesariamente todo aquel que carga con ellos, por ese solo motivo carga una pesadísima Cruz.

También se recordará que “Don Benya” parece un loco; un atormentado. En realidad es alguien que percibe (como solo los santos o aquellos a quien Dios les da ese don que más que un don parece un castigo) realidades que escapan al común de los fieles.

Eso mismo, está pasando hoy; pero la inmensa mayoría no puede verlo.

Volviendo entonces a la pregunta,”Cuál es el verdadero poder que conduce a la Roma actual” vamos a decir lo que sabemos:

Algunos lo suponen. Otros lo imaginan. Otros se debaten en la duda.

Una vez leída la CARTA AL PAPA, nos parece importante hacer una breve reflexión. Nada dice la autora que no se hubiera ya dicho. Pero no lo está diciendo un tradicionalista, ni un sedevacantista, ni un lefebvrista o integrista. Bergoglio ha ido mucho más allá de lo esperable. Muy rápidamente. Y esto es posible porque Bergoglio es quien es.

Para eso fue elegido. Para hacer rápidamente lo que hizo hasta ahora y que no terminará aquí, por supuesto.

Terminamos recordando la pregunta: “¿Cuál es el verdadero poder que conduce a la Roma actual?”

Algunos lo suponen. Otros lo imaginan. Otros se debaten en la duda. Pero hay también unos pocos, muy, pero muy pocos que lo saben perfectamente.

Y de esos, hay a ambos lados de la línea que separa a los fieles de los apóstatas y traidores.


visto en RadioCristiandad

viernes, 27 de septiembre de 2013

Questiones sive pamplinas (et in idipso iure)

visto en ExOrbe



Un quisque que presume de probo fiel no-contestatario, cursillista aventajado para diplomado de comulgante con ruedas de molino, ha publicado en su blog un test para espolear a (así dice el susodicho) "determinados especímenes que se hacen llamar 'tradicionalistas' " (sic).

 Cuando el mentecato aparece por aquél Blog, por no sé qué atracción fatal que ExOrbe parece ejercer sobre sus débiles resistencias a lo perverso (la perversión de ExOrbe es célebre aquende, allende, el ultramar y la mar océana), sus pamplinosos comentarios terminan, casi siempre, en la papelera, un sitio más que honroso, dada la especie. Pero atendiendo a la malintención de un conspícuo compadre que me ha notificado el test de marras, pasamos a responderlo, con sumo regodeo, con indisciplina mordiente y sarcasmo irritante, ¡con mucho gusto, cómo no! (que decía un alto prelado, para disimular); conque ahí va el responsorio:


1) ¿Es válida una confesión sin estola?

R: Depende del pecado a absolver y la posición del penitente. Verbigracia: Si es pecado contra septimum, temiéndose el hurto de la prenda litúrgica, se puede prescindir de ella; cfr. Paravinensis (De poenitentia virorum et estolandas questiones in libris III. Neapolis 1673), siempre y cuando no quede el confesor con el retrorsum al aire y sub expositione de sus carnes pudendas.
 
2) ¿Es herético un discurso pronunciado sin muceta?

R: Si el discurso es profano, sin muceta, sin puñetas atque sine bragas, incluso. Aténgase el usuario, siempre y en todo caso, a la costumbre y usos locales. Si persistiera la obtusa duda, consúltese sobre el particular al más ordinario del lugar. // Escolio: Si, por desventura, tratásese de discurso pontificio ex balcone et in prima apparitione in carne mortal del electo qualséase su estampa y/o gusto, y/o consuetudinario look pre-pontifical, lo propio, hasta el presente, es el uso de tan reverenda prenda, que, según antiquísma atque venerabilísima tradición, proviene de las labores de punto pelota de la suegra de San Pedro (Sancta Perpetua, ni mártir, ni virgen, todo lo contrario), que le regaló a su estimadísimo hijo político una muceta de lino y púrpura de Tiro, con capuchón para la calva, que el relente del Mar de Galilea es muy traicionero, ya se sabe (o se sabía) - cfr De paramentis et usu antiquorum etc. cap. XXXIXº ~ app. 4º ad 1¨ss -.

3) ¿Enseñas al que no sabe?

R: Como estoy demostrando y practicado hic et nunc: Ita! Con suma predilección por la instrucción de rústicos, iletrados y analfabetos cerriles.


4) ¿Es más eficaz una bendición impartida desde la silla gestatoria o desde el papamóvil?

R: Depende de la velocidad del vehículo, el grado de inclinación angular de la sedia, el sesgo de la rotación de la muñeca (diestra) del sujeto bendicente y la aproximación relativa en plano y perspectiva del sujeto y/o objeto bendecido.
A saber:

     a) la angulación con intersección escorada de mecida (si es gestatoria) o arranque-frenado-bache (si es papamóvil) puede de tal forma desequilibrar el trazo cruciforme de la benedictio que quede sin efecto propio por desvirtuación del campo interaccional bendición/bendecido

     b) si la movilidad (ya sea sediaria o papamovilizada) desestabiliza al bendicente con efecto desequilibrante atque cum perículo suae integritatis státicae, la acción propiamente benedictoria queda en suspenso pro conmotione benedictoris effectu, perdiendo, así, su eficacia por riesgo de sucumbencia papalis seu precipitatio in terra

     c) cuando la celeridad del paso de los sediari supera las 75 losas por minuto o la velocidad papamovilística alcanza los 55'40 kms/h, la extrema motilidad del bendicente (si no precipita seipsum u atropella a alguna incáuta y/o entusiasta víctima) no parece fijar suficientemente la bendición en sí con el sujeto u objeto a bendecir, quedando por tanto, sub conditione ad repetitionem rallentinantem (cfr. el interesante y perito estudio de Planker, Blumker y Tomkler sobre efecto doppler y bendición motorizada, muy ilustrativo al respecto)

5) ¿Visitas y cuidas a enfermos?

R: Depende: Del enfermo, del cuidado y de la visita. Del momento, de la oportunidad y de las circunstancias. De la hora, del tiempo y del entorno. De todas formas, procuro no sacar nota de prensa y que no sepa el vecino del piso de al lado lo que hace la vecina del piso de arriba (o el inquilino de la planta de abajo). Tampoco me hago fotos (ni con el enfermo, ni con el cuidador, ni con las visitas). Cosas mías, rarezas mías; lo asumo.

  
6) ¿Confirma a los hermanos mejor el Papa desde una tarima elevada o a ras de suelo?

R: Si tiene muchos hermanos que confirmar, lo mejor es entallarlos y comenzar por los más enanos, estando sentado el Papa en un taburete bajo, sin tiara (of course), para no enanecer más a los piccolini. Después, en silla normal, que crisme a los de talla mediana común. Y cuando lleguen los hermanos de basketball, que se suba al tronetto y/o utilice en casos de extrema talla la pértiga intincta en sacro crisma, con cuidado de no chorrear sicut unguentum in capite quod descendit in barbam barbam Aaron (cfr. Sal 132)


7) ¿Vas a visitar a presos?

R: Interesante pregunta, me alegro mucho de que me pregunte Ud. al respecto ¿Se refiere Ud. a presos de toda laya, crímen y castigo? ¿O se refiere, por ventura, a presos preferidos y/o escogidos y/o pre-seleccionados por discriminación positiva de estado, pena, edad, extracción social, peligrosidad, inclinaciones, cargos, tiempo de condena cumplido y/o por cumplir? Etc. etc. etc... Interesante questión, como le iba diciendo (tampoco tengo fotos, sorry much)


8) ¿Un Papa sin tiara es Papa o no es Papa?

R: ¿Y un almirante sin bicornio? ¿Y un bombero sin casco? ¿Y un torero sin montera? ¿Y coronel sin quepis? ¿Y un guardiacivil sin tricornio? ¿Y un legionario sin chapiri? ¿Y un rey sin corona? ¿Y un nazareno sin capucha? ¿Y un campeón sin laureles? ¿Y un indio sin plumas? ¿Y un rajá sin turbante? ¿Y Caperucita sin caperuza? (por cierto que todos estos gorros se los ha puesto el Papa - los últimos Papas, quiero decir - en vez de la sacra tiara). En fin, quede la inteligentísima pregunta en el aire (felicitaciones al inteligentísmo preguntante, cuyo fino ingenio y discursiva pesquis revelan su extraordinaria agudeza al plantear tan sagacísima cuestión, en la que no habíamos caído: Gracias!)

9) ¿Rezas por los que te persiguen y calumnian?

R: ¡Ahí me has pillao! Tengo un pléito con mi ex-suegra y he pedido asistencia asesorada a la Bruja Paca, que me ha recomendado para el caso dos docenas y media de velas negras atadas con trenza de pelo de gato negro viudo, con efecto fulminante. A prueba está el remedio. Si me sale y mi suegra se descoyunta el coxis con luxación del escafóides pineal y el túnel metacarpiano del hipocerebelo, ya estoy encargando un cargamento de velas negras y un rollo king size extralargo de crin de gato negro trí-viudo. ¡Van a caer muchos, aviso!!!


10) ¿Qué parte de tus ganancias das a la Iglesia?

R: Ejem, ejemmmm...puessss...yo...en fin...Vamos, que yo lo que todo fiel corriente y moliente: El diezmo de la ruda y el comino, del anís y la yerbabuena, cumplidamente, toítos los años. Y compro lotería de Navidad de la Parroquia y dejo el reintegro (si no toca mucho). Y los Viernes de Cuaresma doy a Cáritas un cuarto y mitad de leuro. Y cuando pide el cura para el óvulo de San Pedro, le mando media docena de óvulos de codorniz (en crudo). Ah, y pago la cuota de la Hermandad de Ánimas y compro una papeleta de la rifa del cochino de San Antón. Y no doy más porque no puedo, que si pudiera...Ni la Duquesa de Alba da más en comparación, como yo digo.


11) ¿Es más importante corregir el uso de la muceta o consolar a un hermano?

R: ¡Hombre! ¡¡¡La muceta, por San Berengario bendito: la mu-ce-ta!!! Así, así está la Iglesia, que ya no se distingue entre una muceta y un desconsolado. Que desconsolados hay muchos por ahí sueltos, pero mucetas cada vez hay menos, siendo una prenda en peligro de extinción, como bien se sabe y debe decirse: Las mucetas se extinguen, los desconsolados proliferan. Señores míos: Hora es ya de instituir el 'Día de la Muceta Abandonada', a ver si esta irreverente canalla pestilencial corrije funestos y deshonrosos yerros vestimentales, ornamentales y estamentales. Y a los brothers desconsolados, que les den arrope (o chupa-chups).

12) ¿Sobre qué cuestiones anteriores crees que te preguntará Cristo el Día del Juicio Final?

R: ¡Buena pregunta! Si te enteras, sóplamela, pásala: Dímela, por fa, please, please, ¡¡¡venga!!! ¿Vale?


13) ¿Te ha parecido populista este examen?

R: Populista no: Ppopular-Ppepero. Vamos, que se ve a leguas que el test lo ha elaborado un ppero vergonzante. Hasta puede que sea adicto al HazteHuir y todos esos. 

 ¿A que sí? ¿A que vas a las manifas y demás saraos pseudo-católicos? Y confiésalo: ¿ A que fuíste in illo témpore rabioso-rabiante juanpablista y ahora, hodierna die, te sientes rematadamente  francisquista entusiasmado-entusiasmante, también?

 Ay, ay, ay!...


P.S. No pongo el enlace al test y el blog porque no lo sé
(y aunque lo supiera: al enemigo, ni agua; a los pamplinas, ni aire).

jueves, 26 de septiembre de 2013

Prelados de FE CATÓLICA en contra de la "DIGNITATIS HUMANAE"

Sintetizamos algunos discursos de prelados católicos, hechos en el Vaticano II, que no fueron oídos, ni atendidos por los que regían las comisiones conciliares entregadas por Juan XXIII y Pablo VI a enemigos de la fe:

1.


 Emmo. Eurico Cardenal Dante 
de la Curia Romana

“La Declaración sobre la libertad religiosa insinúa que la Religión Católica debe ser propagada por el Derecho común. Es lo que, en el siglo pasado, afirmaron Lamennais y Montalembert, según los principios del Liberalismo. La Declaración de la Revolución Francesa afirmaba: ‘Nadie puede ser perseguido por causa de sus opiniones religiosas, a no ser que la manifestación de ellas perturbe el orden público’. Son equívocos los límites de ese derecho. En el Estado Cristiano, los términos paz, derecho de los ciudadanos, moralidad pública tendría sentido honesto y racional. En los no cristianos, sin prescindir tal vez del Derecho natural, el sentido será genérico; ellos podrán ser instrumentos de tiranía contra la Iglesia. En el Estado comunista, el sentido será diferente; los limites impuestos serán contra el Derecho Natural”.

2.



 Emmo. Alfredo Cardenal Ottaviani 
de la Curia Romana

Siempre tuvo vigencia en la Iglesia la doctrina según la cual nadie debe ser obligado a la Religión católica. Pero es exagerado afirmar que quien yerra de buena fe merece estima y honra. Es digno de tolerancia, de caridad; no de honra. Debemos hacer una Declaración sobre la libertad de los que profesan la Revelación divina; no apelar solo a los derechos naturales, sino también a los sobrenaturales. Debemos obedecer más a Dios que a los hombres. Aquí no estamos en un Congreso de Filosofía Natural sino en un Concilio de la Iglesia Católica; queremos profesar la verdad católica. Debemos tener siempre presente que nuestra consciencia tiene el deber de conformarse con la ley divina universal. No me agrada la afirmación de la incapacidad de los hombres del Estado para juzgar sobre la verdadera religión. Por ese principio deberían ser anulados nuestros concordatos (proféticamente anunciado: nota del Blog). No me agrada la afirmación sobre la libertad de propaganda de las falsas religiones”.

3.
 Emmo. Alfredo Cardenal Ottaviani 
(Segundo discurso)

“Fundamentar la libertad religiosa en la dignidad del hombre significa colocar a la Iglesia de Cristo en la misma condición que las falsas religiones. La Declaración debe tratar de la verdadera Iglesia, la de Cristo; no de cualquier otra. No existe igualdad entre lo verdadero y lo falso; entre la consciencia cierta y la errónea. La Declaración coloca en el mismo plano elementos contrarios. Ella recomienda que pueda ser tolerado. No es prerrogativa de la dignidad humana enseñar el error. Se debe distinguir entre la coacción física, la moral y la obligación. La obligación es impuesta por Dios y por la Iglesia. Las citas hechas de las Escrituras fueron hechas en sentido unilateral. El Magisterio de los papas no fue considerado. En este asunto se debe respetar una jerarquía de valores; “obedecer antes a Dios que a los hombres”.

4. 


 Emmo. Ernesto Cardenal Ruffini 
Arzobispo de Palermo

“Es necesario distinguir entre libertad física o psicológica y libertad moral. Solo a la verdad compete la libertad moral. Como la verdad es solamente una, una sola es también la religión verdadera. Solo a esta compete “per se” el derecho a la libertad. El Concilio no puede urgir únicamente la observancia de los artículos 18-20 de la Declaración de los Derechos Humanos sobre la libertad de culto para individuos y sociedades, para la paz social. Las autoridades civiles tienen la obligación de prestar el culto debido a Dios, dentro de los límites permitidos por las circunstancias. Ellas tienen el deber de defender, de auxiliar y de favorecer la religión verdadera. No basta afirmar que nada impide que la autoridad civil en determinadas circunstancias, reconozcan jurídicamente una religión. La Declaración debe ser rehecha totalmente”.

5.


 Emmo. Giuseppe Cardenal Siri 
Arzobispo de Génova

No podemos defender lo que va contra el proceder de Dios; la Declaración reivindica la libertad religiosa para todas las comunidades religiosas, lo mismo para las que están lejos del orden natural y lo contradicen. Dios tolera, mas no aprueba el abuso de la libertad; Él lo castiga. Como sucesores de los Apóstoles, tenemos que defender a ley divina. La Declaración no puede ser aceptada porque concede libertad religiosa para todos”.

6. 



 Emmo. Benjamín Cardenal de Arriba y Castro 
Arzobispo de Tarragona, España

Solamente la Iglesia de Cristo tiene el derecho y el deber de predicar el Evangelio de Cristo. Es ilícito el proselitismo de los no católicos. Debe ser impedido por la Iglesia y por la autoridad civil, de acuerdo con el bien común. Que el Concilio no decrete la ruina del Catolicismo donde él es la única religión. Si todas las religiones son iguales, se debe concluir que ninguna de ellas es de interés. La religión verdadera no debe ser impuesta por la fuerza pero los no-católicos tienen apenas un derecho a un culto privado”.

7. 

 Emmo. Thomas Cardenal Cooray 
Arzobispo de Colombo, Ceilán

Nuestro deber es defender la libertad de acuerdo con la verdad. Los límites del derecho a la libertad religiosa se originan de la verdad objetiva. Contra ella no puede existir derecho a la libertad de acción ‘per se’, ni ‘in re physica’, mucho menos, en materia dogmática. La norma del hacer moral y la norma jurídica solo tiene valor si es fundada en la verdad objetiva. Esto para conservar intacta la doctrina de la Iglesia Católica sobre la única verdadera religión, sobre la única Iglesia de Cristo”.

8.


 Emmo. Michel Cardenal Browne 
de la Curia Romana

En abstracto, es evidente que no son iguales los derechos sociales fundados en la consciencia individual recta, pero errónea, y en la consciencia individual recta y verdadera. Se resuelve así la dificultad deducida de la Encíclica ‘Pacem in terris’ (de Juan XXIII,). Pio XII, en la Alocución a los prelados de la sagrada Rota, en 1945, enseñó una norma doctrinaria diferente de la que está en la Declaración. La libertad de consciencia en la sociedad no se funda en derechos de una consciencia individual; se funda en el bien común universal.

9.

 Exmmo. Don Frederico Melendro 
Arzobispo de Huai-ning, China

La libertad religiosa no contribuye a la unidad de los cristianos. En la Declaración el orden objetivo queda subordinado al orden subjetivo. Los hombres son apenas ‘convidados’ a abrazar la fe; ellos están obligados a esto por precepto divino”.

10.

 Exmmo. Don John Ambrose Abasolo y Legue 
Arzobispo de Vijayapuran, India

“En materia religiosa la cuestión es más de deber que de derecho. Es de los deberes para con Dios que se deducen los derechos del hombre. No toda consciencia goza de los mismos derechos. Los derechos de una consciencia verdadera y recta son superiores a los de una consciencia invenciblemente errónea”.

11.


 Exmmo. Don Gregorio Modrego y Causaus  Arzobispo de Barcelona

El ejercicio de la libertad solo puede ser de acuerdo con las exigencias de la dependencia de Dios. No se puede concebir verdadero derecho natural a la libertad fuera de esos límites. El bien máximo de la sociedad es adherirse a la verdad religiosa. El Estado no puede ser indiferente a los errores en doctrinas religiosas. La Escritura citada por la Declaración no prueba el derecho natural a la plena libertad religiosa. Los textos citados solo se refieren a la religión verdadera. El Antiguo Testamento prohibió el culto de los ídolos; y estableció penas severas para los transgresores de esa ley. El Magisterio de la Iglesia Católica siempre insistió a los gobiernos contra la propagación de religiones no católicas”.

12.
 Exmmo. Don Juan Carlos Aramburu 
Arzobispo de Tucuman, Argentina

“Si el poder civil puede prohibir el ejercicio de la religión, por razón del orden público y no por las razones de la religión verdadera, de la verdadera paz publica, la legítima y natural, puede también, a su libre arbitrio, juzgar que la paz pública es perturbada y condenar la predicación de la religión verdadera como ilegítima. En países comunistas y paganos eso ocurre. El poder civil podría juzgar ilegítima la acción misionera de la religión verdadera de Jesucristo”.

13.
 Exmmo. Don Custodio Alves Pereira 
Arzobispo de Lorenzo Marques, Mozambique

La Declaración coloca la verdad y el error en el mismo nivel. La Iglesia de Cristo, Maestra de la Verdad, no puede ser colocada en la misma línea que las religiones falsas. La Declaración es un absurdo. Ella equivale a declarar que la Iglesia verdadera, la de Cristo, es una entre muchas falsas existentes en el mundo. No se puede admitir que negar ese derecho a la libertad religiosa sea injuria hecha al hombre”.

14.

 Exmmo. Don Segundo García de Sierra y Méndez 
Arzobispo de Burgos, España

La Declaración no puede ser aprobada e su substancia, por su método y por sus principios. Ella pretende conciliar el derecho exclusivo de la Iglesia verdadera, con una libertad a todos, para anunciar la verdad revelada. El derecho de la Iglesia Católica se funda en su misión divina y en la verdadera dignidad del hombre. Uno es de derecho sobrenatural y otro es de orden natural. Es oportunismo querer fundar ese derecho en los deseos de libertad del mundo actual. La Declaración favorece el Indiferentismo y el Estado neutro. Ella es contraria a la doctrina católica. Ella concede los mismos derechos al proselitismo para los errores y al proselitismo a la verdad. Este asunto debe ser tratado no para agradar a los hombres; sino para agradar a Dios”.

15.

 Exmmo. Don Marcel Lefebvre 
Arzobispo Superior de la Congregación del Espíritu Santo

La libertad no es absoluta; no puede ser ejercida indiferentemente para el bien o para el mal. Y debe distinguirse entre actos religiosos internos y externos. Los externos están subordinados a los poderes civiles. El dictamen de la consciencia no es el criterio último de la moralidad objetiva de los actos humanos. Las normas de la Moral están vinculadas a los preceptos religiosos. Presentar la voz de la consciencia individual como si fuese la voz de Dios coloca en peligro el celo de la Iglesia ligado a la fe universal.

16.
 Exmmo. Don Marcel Lefebvre 
(segundo discurso)

Esta doctrina de la Declaración tuvo inicio en los filósofos Hobbes, Rousseau, LockeLos papas – especialmente Pio IX y León XIII – condenaron esta doctrina de la Declaración. Las aprobaciones que ella recibe de los no-católicos son significativas. Cae por tierra la argumentación de la Declaración con la definición de los conceptos de libertad, de consciencia, de dignidad del hombre. Ellas no pueden ser definidas con relación a ley divina. Solo la Iglesia verdadera tiene derecho a la libertad religiosa porque solo ella confiere dignidad al hombre. A las falsas religiones, es necesario examinar las circunstancias, caso por caso”.

17. 



 Exmmo. Don Adam Kozlowiecki 
Arzobispo de Lusaka, Zambia

“No se puede aceptar un valor vago atribuido a la dignidad humana. Él se presta a interpretaciones en sentido contrario a la verdadera Iglesia. No se puede insistir en el derecho a libertad del hombre sin acentuar los derechos del Dios verdadero sobre el hombre”.

18. 



 Exmmo. Don Antonio de Castro Mayer 
Obispo de Campos, Brasil

“La Declaración peca en puntos fundamentales como la igualdad de derechos entre religiones falsas con la verdadera. Solo la verdadera tiene el derecho de ser profesada públicamente. Los derechos no son los mismos. La naturaleza humana, cuya dignidad se invoca, se perfecciona solo con la adhesión al verdadero bien; la dignidad humana no es salvaguardada por la adhesión al error, aún de buena fe. Las relaciones entre la religión verdadera y la sociedad civil se rigen por la ley natural y por la ley positiva revelada por Dios. Ora es ley de Dios que todos abracen la religión verdadera. Luego, el estado no puede favorecer las religiones falsas. Nadie es condenado sino por su propia culpa. La Declaración extiende, latitudinariamente, el Derecho a la verdad y a los errores. Coloca el bien común como perfección del hombre, y a la libertad de los errores como auxilio para esa perfección. Ella concibe la dignidad del hombre de modo falso: pretende, erróneamente, la libertad de acción por derecho y no por mera posibilidad ontológica. La Declaración coloca un estado cuya estructura jurídica no se deriva de la verdad natural, ni de la verdad revelada que manifiesta las leyes de Dios y, de modo positivo, concede derechos a las religiones falsas”.

19).
 Ilmmo. Don Giovanni Canestri 
Obispo auxiliar de Roma

“La Declaración debe ser corregida en muchos puntos para que no cause equívocos y no tenga consecuencias funestas. Contiene afirmaciones inexactas, genéricas, superfluas, obscuras. No se puede condenar cualquier proselitismo; sino el ejercido de modo deshonesto. Debería proclamar, de modo inequívoco, el Derecho de la Iglesia en cuanto religión verdadera”.

20.
 Ilmmo. Don Anastasio Granado García 
Obispo auxiliar de Toledo

“Es nueva en la Iglesia la doctrina según la cual todos los grupos religiosos tienen estricto derecho de propagar sus doctrinas, sean ellas verdaderas o falsas. La doctrina tradicional afirma que solo existe derecho para la verdad y que el error puede ser tolerado. Esta nueva doctrina se opone directamente a la doctrina de Pio XII en la Alocución ‘Ci riesce’. Ella pasa, ilícitamente, del orden subjetivo al objetivo. Ella contradice el propio concepto de libertad religiosa que expone”.

21.


 Exmmo. Don Angelo Temiño Saiz 
Obispo de Orense, España

“En el campo de la Religión, en primer lugar, es necesario saber si Dios habló claramente, indicando la manera de ser venerado por los hombres. Es injuria a Dios someterlo a la razón humana; los que creen en Dios y aceptan su Palabra a los que no creen. La Declaración debe ser radicalmente reformada porque esta fundada en la equiparación de todas las religiones en la sociedad. Si, para el bien común de la Iglesia, fuera conveniente conceder mayor libertad en materia religiosa, esto debe ser hecho según la genuina doctrina de la Iglesia y no según los principios falsos de un Humanismo que, en materia religiosa, considera al hombre como la norma suprema”.

22.
Mons. Ubaldo Evaristo Cibrián Fernández
prelado nullius de Coro-Coro, Bolivia

“La Declaración no puede ser aprobada. Ella no se funda en principios doctrinarios verdaderos. O, por lo menos, no son expuestos rectamente. Ella procede de modo demasiadamente filosófico y racionalista. Ella ignora o menosprecia el Magisterio ordinario de la Iglesia; de modo principal, el del Pontífice Romano. Ella confunde la verdad absoluta de los principios como su aplicación práctica”.

23.
 Exmmo. Don Juan Bautista Velasco 
Obispo (expulsado) de Hsiamen, China

“La Declaración contradice la doctrina secular de la Iglesia. Está im­pregnada de Legalismo. Puede causar el Pragmatismo, el Indiferentismo, el Naturalismo religioso. Enseña, en materia de Fe, el Subjetivismo. No distingue entre los Derechos de la verdad y los del error. No les dieron oído a las observaciones de los padres conciliares que, en consciencia, acreditan la falsedad de los principios fundamentales de la Declaración”.

24.



 Exmmo. Don Emilio Tagle Covarrubias 
Obispo de Valparaíso, Chile

“En la Declaración se encuentran contradicciones. Ella muestra favoritismo excesivo con relación a las religiones falsas. Causa el peligro del Indiferentismo y del liberalismo. Solo la religión verdadera tiene derecho la libertad religiosa. Las falsas, según las circunstancias de hecho y las exigencias del bien común, pueden apenas ser toleradas”.

25.



 Exmmo. Abilio Del Campo y de La Bárcena 
Obispo de Calahorra, España

La Declaración tiene sentido de humanismo naturalista. Ella no define, la verdadera dignidad del hombre. En la presente economía de la salvación, no se debe hablar de la naturaleza humana como tal, por la elevación al estado sobrenatural. La Declaración no habla de los Derechos de Dios. La libertad religiosa, proclamada y reconocida en las Constituciones civiles, son hechos que no pueden regir los principios doctrinarios de la Iglesia. El Concilio católico no toma esas Constituciones como fuentes de la doctrina católica. Si los católicos tienen el derecho y el deber de defender la Fe católica, no se puede conceder a los no-católicos el derecho de enseñar. La Declaración favorece el Subjetivismo religioso y la Moralidad de Situaciones, dado que Religión y Moral están ligadas íntimamente. Condenar toda coacción en materia religiosa es peligroso para el ambiente de la familia, para la educación cristiana de los hijos, el tesoro del cristianismo guardado durante siglos”.

26.
 Ilmmo. Don Primo Gasbarri 
Obispo administrador apostólico de Grosseto, Italia

La Declaración abre camino al Liberalismo, el Laicismo, el Indiferentismo, el Irenismo, el Existencialismo, la Ética de Situaciones. Ella no distingue entre el Derecho verdadero, en armonía con el derecho natural y el Derecho positivista. Ella atribuye el mismo Derecho a la verdad y al error. Ella no está de acuerdo con la Doctrina tradicional de los Sumos Pontífices”.

27.



 Ilmmo. Don Thomas Muldoon 
Obispo auxiliar de Sídney, Australia

“La Declaración trata del aspecto jurídico-civil de la cuestión, pero omite el aspecto teológico-moral. Los católicos tendrán dificultad en aceptarla; los no-católicos harán falsas interpretaciones”.

28.
 

 Ilmmo. Don Paulo Muñoz Vega 
Obispo auxiliar de Quito, Ecuador

“La Declaración carece de fundamento teológico; mira la situación de pluralismo religioso, en abstracción jurídico-filosófica, deja de lado la realidad sobrenatural y las consideraciones teológicas. Mira apenas el aspecto jurídico-social. La Declaración no tiene la característica de documento de un Concilio católico. Ella debe definir el derecho del hombre a la libertad prometida por Cristo y garantizada por Dios. El Derecho a la libertad religiosa tiene por fin facultar al hombre seguir su vocación sobrenatural”.





Este compendio de palabras de los cardenales, arzobispos y obispos católicos demuestra, de modo superevidente, la herejía del Vaticano II. ¡Estos y otros obispos no fueron oídos! Más no es la mayoría numérica de votos que altera la fe universal de la Iglesia. La autoridad de esos prelados fieles demuestra, de modo clarísimo, la naturaleza emponzoñada del Vaticano II. El conjunto de esas palabras forma un discurso irrefutable al ser meditado por todos. Muestra que tal Concilio es obra de los miembros de las sociedades secretas, que son enemigas de la Iglesia y del Estado Católico.



“De ningún modo es lícito defender la libertad religiosa como si fuera uno de los derechos que la naturaleza dio al hombre”

(León XIII — Encíclica Libertas)



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