Pero la pregunta es ¿Qué polémica puede levantar, el tratar de desempolvar las herejías que la Iglesia ya refuto en sus primeros 4 siglos?...
¿Qué de polémico tiene el presentar en supuestas entrevistas, fácilmente refutables por la Doctrina Católica, doctrinas como el Arrianismo, Monotelismo, Monofisismo, Monoenerguirmo, Adopcionismo, Albingenses, Docetismo, Cátaros, Gnosticismo, Pelagiansimo, Valdenses, Mandeísmo, Maniqueísmo, Monarquianismo, Montanismo, Ebionismo, Nestorianismo, etc, etc, etc?...
La polémica seria que hay muchos, muchos sacerdotes que ignorantes de la Doctrina Católica, en sus homilías ya no predican las Verdades de la fe Católica, y dejan a los fieles a la “buena de Dios” y son estos los que caen y se creen semejantes abominaciones como la siguiente:
Tomemos como ejemplo una de las 100 entrevistas ficticias:
Raquel: periodista.
Entrevista 34
¿Bautismo de niños?
RAQUEL: Nuestra unidad móvil se traslada ahora al sur del país, a Judea, hasta las mismas orillas del río Jordán donde hace dos mil años Juan bautizaba multitudes. ¿Escuchan el río?... A nuestro lado, Jesucristo. Usted recordará aquel día tan especial cuando fue bautizado por Juan. ¿Fue aquí, verdad?
JESÚS: Sí, creo que sí. Es que había tanta gente... Estoy viendo a Juan, vestido con piel de camello, metido en el agua hasta la cintura... ¡Juan el Bautista, gran profeta aquel!
RAQUEL: En su tiempo, las personas se bautizaban adultas. En el nuestro, en cambio, el bautismo se hace lo antes posible, cuando los niños están recién nacidos.
JESÚS: ¿Ustedes bautizan a los niños?
RAQUEL: Sí, claro. Es la costumbre.
JESÚS: Pero, ¿para qué?... Un niño o una niña chiquitos, ¿cómo van a convertirse a una nueva vida si todavía no han vivido nada?...
RAQUEL: No entiendo por qué nos dice eso.
JESÚS: El bautismo es para aprender a compartir. Juan lo gritaba: Quien tenga dos túnicas, dé una a quien no tiene. Para eso sirve el bautismo: para cambiar de vida.
RAQUEL: Pues sus seguidores dicen otra cosa. Dicen que el bautismo sirve para borrar el pecado original.
JESÚS: ¿El pecado original?
RAQUEL: Sí, el que cometieron Adán y Eva en el paraíso. Dios les prohibió comer del árbol del bien y del mal. Pero la serpiente los tentó y… comieron la manzana.
JESÚS: Esa historia ya la sé. Pero, ¿qué tiene que ver con el bautismo?
RAQUEL: Eso se lo preguntamos nosotros a usted, que lo sabrá mejor que nadie, porque vino a este mundo para limpiarnos de ese pecado.
JESÚS: ¿Que yo vine a limpiar qué?
RAQUEL: El pecado original. ¿Usted no sabe que ese pecado se hereda, pasa de padres a hijos a nietos a bisnietos?... Así nos lo enseñan. Todos nacemos con esa culpa. Por eso hay que bautizarse, para limpiarla. Y cuanto antes, mejor.
JESÚS: Explícame por qué.
RAQUEL: Porque los niños no pueden entrar al cielo sucios, con la mancha de Adán y Eva.
JESÚS: ¡Qué vueltas da la vida!... Fíjate, Raquel, también en mi tiempo los sacerdotes decían que la gente se enfermaba por culpa de los pecados que habían cometido en su familia. Una vez me trajeron a un ciego de nacimiento y me preguntaron: ¿quien pecó, él o sus padres?
RAQUEL: ¿Y usted qué les respondió?
JESÚS: Ni él ni sus padres. Porque la enfermedad no es hija del pecado. Ellos veían pecado en los enfermos. Y ustedes, ahora, ven pecado en los niños. Qué error tan grande.
RAQUEL: Ahora soy yo quién le pregunta por qué.
JESÚS: Porque ningún pecado se hereda. Ninguno. Si los padres comieron uvas verdes, los hijos no tienen por qué sufrir la dentera.
RAQUEL: No podemos evitar la pregunta. Si los niños, como usted dice, no nacen con pecado, ¿para qué los bautizan, entonces?
JESÚS: No lo sé. Lo que sí te aseguro es que, con agua o sin agua, serán los primeros en entrar en el Reino de Dios.
RAQUEL: ¿Y los adultos?
JESÚS: Quienes estén dispuestos a cambiar de vida, a luchar por la justicia, que se bauticen. Recibirán el Espíritu de Dios, como yo lo recibí aquí de manos del profeta Juan.
RAQUEL: A orillas del río Jordán, testigo hace dos mil años del bautismo de Jesús y testigo hoy de estas polémicas declaraciones, despedimos nuestro programa. Soy Raquel Pérez, enviada especial de Emisoras Latinas.
LOCUTOR: Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.
PELAGIANISMO PURO.
Fue en el siglo V donde apareció la primera herejía que negaría la necesidad del bautismo incluyendo el bautismo de infantes; su autor fue Pelagio, un monje influenciado por las doctrinas paganas (especialmente del estoicismo). Minimizaba la eficacia de la gracia y consideraba que la voluntad, con su libre albedrio, puede alcanzar por sí sola la santidad. Para los pelagianos no existía ningún pecado original, pensaban que Adán no fue creado inmortal por lo que hubiera muerto aunque no hubiera pecado, y que los niños se encuentran en el mismo estado de Adán antes de su caída, por lo que no contraían ningún pecado original. Al negar el pecado original por consecuencia veía el bautismo de niños como innecesario.
Pero bien, todo esto ya fue refutado por la Iglesia en sus primeros 4 siglos
El Bautismo de niños en los padres de la Iglesia y la historia
El bautismo de niños es una práctica inmemorial de la Iglesia que fue instituida por los apóstoles. En esta ocasión deseo estudiar los testimonios que nos ha dejado la Iglesia a lo largo de la historia a favor de este sacramento, en el cual somos sepultados con Cristo en su muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva.
El bautismo de niños en los padres de la Iglesia en los siglos I al IV
En los primeros cuatro siglos de la era cristiana se encuentra completa unanimidad al respecto (siendo Tertuliano prácticamente la única excepción). Hay numerosos testimonios de padres de la Iglesia que hablan de la importancia del bautismo de niños. Hubo por su puesto quien optaba por retrasarlo, pero por motivos inmorales, como era el de no abandonar la vida pecaminosa y obtener el perdón de los pecados justo al momento de la muerte (bastante insensato dado que nadie sabe en qué momento va a morir o si va a tener la oportunidad de bautizarse), o incluso librarse de las penitencias que tendrían que hacer en caso de volver a caer en pecado luego de bautizarse.
Ireneo de Lyon (130 - 202 d.C.)
Se hace eco de la fe de la Iglesia primitiva que profesaba que todo hombre nace en la carne, y por tanto debe nacer del agua y del espíritu, lo cual interpreta inequívocamente como el bautismo, con el cual se obtenía también la remisión de los pecados.
“No fue por nada que Naamán ya viejo, enfermo de lepra, fue purificado al ser bautizado, sino para indicarnos a nosotros, que, como leprosos en el pecado, somos limpiados, por medio del agua sagrada y la invocación del Señor, de muestras transgresiones, siendo espiritualmente regenerados como bebes recién nacidos, aun cuando el Señor ha declarado: «El que no naciere de nuevo a través del agua y el Espíritu, no entrará en el reino de los cielos» (Ireneo de Lyon, Fragmento 34)
A lo largo de los escritos de este y otros padres se verá como en ningún momento restringen la gracia y los dones de Dios a nadie, ya sean bebes, adolecentes, o adultos. En el siguiente texto aunque no se encuentra una referencia explícita al bautismo de infantes, si encontramos la creencia de que Dios puede derramar su gracia y santificar a todos, independientemente que tengan edad para creer o no (rechazando con más de un milenio de antelación los argumentos utilizados por anabaptistas).
“Porque vino a salvar a todos: y digo a todos, es decir a cuantos por él renacen para Dios, sean bebés, niños, adolescentes, jóvenes o adultos. Por eso quiso pasar por todas las edades: para hacerse bebé con los bebés a fin de santificar a los bebés; niño con los niños, a fin de santificar a los de su edad, dándoles ejemplo de piedad, y siendo para ellos modelo de justicia y obediencia; se hizo joven con los jóvenes, para dar a los jóvenes ejemplo y santificarlos para el Señor" (Ireneo de Lyon, Adversus Haereses Contra las herejías 2, 22,4)
Orígenes (185 - 254 d.C.)
El testimonio de Orígenes es de capital importancia, no solo porque al igual que otros padres nos explica el porqué es necesario bautizar los niños, sino por su testimonio explícito de que esta fue una costumbre que la Iglesia recibió de los apóstoles directamente. Orígenes confirma de antemano con su pluma lo que ya la arqueología comprobaría al encontrar evidencias de bautismos de infantes por parte de la Iglesia primitiva.
La Iglesia ha recibido de los Apóstoles la costumbre de administrar el bautismo incluso a los niños. Pues aquellos a quienes fueron confiados los secretos de los misterios divinos sabían muy bien que todos llevan la mancha del pecado original, que debe ser lavado por el agua y el espíritu” (Orígenes In Rom. Com. 5,9: EH 249)
“Si los niños son bautizados “para la remisión de pecados” cabe preguntarse ¿de qué pecados se trata? ¿Cuándo pudieron pecar ellos? ¿Cómo se puede aceptar semejante testimonio para el bautismo de niños si no se admite que “nadie está exento de pecado, aún cuando su vida en la tierra no haya durado más que un solo día”?. Las manchas del nacimiento son borradas por el misterio del bautismo. Se bautiza a los niños porque “si no se nace del agua y del espíritu, es imposible entrar al reino de los cielos” (Orígenes, In Luc. hom. 14, 1.5)
“Había muchos leprosos en Israel en los días del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, solo Naamán el sirio, que no pertenecía al pueblo de Israel. Consideren el gran número de leprosos que había hasta ese momento “en Israel según la carne”. Vean, por otro lado, al Eliseo espiritual, nuestro Seños y Salvador, que purifica en el misterio bautismal a los hombres cubiertos por las manchas de lepra y les dirige estas palabras: “Levántate, vete al Jordán, lávate y tu carne quedará limpia”. Naamán se levantó, se fue y al bañarse se cumplió el misterio del bautismo, “su carne quedó igual a la carne de un niño”. ¿De qué niño? De aquel que “en el baño de la regeneración” nace en Cristo Jesús” (Orígenes, In Luc. hom. 33, 5)
“Si te gusta oír lo que otros santos dijeron acerca del nacimiento físico, escucha a David, cuando dice: “Fui formado, así reza el Salmo, en maldad, y mi madre me concibió en pecado”; demuestra que toda alma que nace en la carne lleva la mancha de la iniquidad y del pecado. Esta es la razón de aquella sentencia que hemos citado más arriba: Nadie está limpio de pecado, ni siquiera el niño que sólo tiene un día. A todo esto se puede añadir una consideración sobre el motivo que tiene la Iglesia para la costumbre de bautizar aun a los niños, siendo así que este sacramento de la Iglesia es para remisión de los pecados. Ciertamente que, si no hubiera en los niños nada que requiriera la remisión y el perdón, la gracia del bautismo parecería innecesaria” (Orígenes, In Lev. Hom. 8,3)
Hipólito de Roma (? - 235 d.C.)
Un testimonio de singular importancia lo tenemos también gracias a la Tradición apostólica, el cual es uno de las más antiguas e importantes constituciones eclesiásticas de la antigüedad (fue escrita hacia el año 215). En ella encontramos instrucciones específicas sobre la administración del bautismo en donde consta la práctica de bautizar niños y como en virtud de la fe de los padres podían ser bautizados.
“Al cantar el gallo, se comenzará a rezar sobre el agua. Ya sea el agua que fluye en la fuente o que fluye de lo alto. Se hará así salvo que exista una necesidad. Pero si hay una necesidad permanente y urgente, se utilizará el agua que se encuentre. Se desvestirán, y se bautizarán los niños en primer término. Todos los que puedan hablar por sí mismos, hablarán. En cuanto a los que no puedan, sus padres hablarán por ellos, o alguno de su familia. Se bautizará enseguida a los hombres y finalmente a las mujeres…
El obispo al imponerle las manos dirá la invocación: “Señor Dios, que los has hecho dignos de obtener la remisión de los pecados por medio del baño de la regeneración, hazlos dignos de recibir el Espíritu Santo y envía sobre ellos tu gracia, para que te sirvan siguiendo tu voluntad; a ti la gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en la Santa Iglesia, ahora y por los siglos, Amen” (Hipólito, Tradición apostólica 20,21)
Cipriano de Cartago (200 - 258 d.C.)
Gregorio de Nacianceno (329 – 390 d.C.)
Juan Crisóstomo (347 - 407 d.C.)
Basilio el Grande (330 - 379 d.C.)
Por causa del Pelagianismo tenemos la obra de tan santo varón como Agustín de Hipona (354 – 430 d.C.) Gracias a su duro combate contra el pelagianismo son abundantes los textos donde profundiza en la necesidad de bautizar infantes para purificarles del pecado original. Un ejemplo es el siguiente:
El bautismo de los párvulos de Padres cristianos.
A causa de esta concupiscencia, ni siquiera del matrimonio justo y legítimo de hijos de Dios nacen hijos de Dios. Porque los que engendran, aunque ya hayan sido regenerados, no engendran como hijos de Dios, sino como hijos del siglo. En efecto, tal es la sentencia del Señor: «Los hijos de este siglo engendran y son engendrados». En cuanto somos todavía hijos de este siglo, nuestro hombre interior se corrompe. Por esta razón, ellos son engendrados también hijos de este mundo, y no serán hijos de Dios si no son regenerados. Pero, en cuanto somos hijos de Dios, el hombre interior se renueva de día en día, y también el hombre exterior, por el baño de regeneración, es santificado y recibe la esperanza de la futura incorrupción, por lo que con toda razón es llamado templo de Dios… (Agustín de Hipona, El Matrimonio y la concupiscencia, Libro I, XVIII, 20)
CONCLUSION
Es así como, medianamente instruido en la Doctrina Católica, se pueden ir refutando cada una de estas 100 supuestas entrevistas.
La única polémica seria que la inmensa mayoría de los sacerdotes, guiados por el revisionismo historicista desdeñan la Verdad Transmitida.
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