Yo no sé si, ¡ay de mí!, han estado en un funeral: “aleluya”, aplausos, frases risueñas, uno se pregunta si esta gente leyó alguna vez el Evangelio; Nuestro Señor mismo lloró sobre Lázaro y su muerte. Aquí, con este sentimentalismo insípido, no se respeta ni siquiera el dolor de una madre. Yo les habría mostrado cómo asistía al pueblo a una Misa de difuntos, con qué compunción y devoción se entonaba aquel magnífico y tremendo “Dies Irae”.
Domenico Cardenal Bartolucci
(Videos de la Misa de difuntos con el Réquiem en Re menor compuesto por Wolfgang Amadeus Mozart)
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Dales Señor el descanso eterno; cantaba la antigua liturgia
¿Qué alma cristiana no se compungía al escuchar sobre el día de la ira, aquél día, en que la totalidad de los siglos serán reducidos a cenizas?
¿Qué bautizado no sentía el querer portarse mejor y aprovechar las gracias de los sacramentos cuando oía decir que hasta la naturaleza y la muerte se asombrarán cuando resuciten las criaturas para responder ante el Juez?
Con el Recordare Confutatis, parte aún de la Secuencia
Día de lágrimas aquél en que resurja del polvo para ser juzgado el hombre reo.
Señor Jesucristo, Rey de la gloria, libera a las almas de todos los fieles difuntos de las penas del infierno y de las profundidades del lago.
Líbralas de la boca del león, que el abismo no las absorba, ni caigan en las tinieblas
Dales Señor el descanso eterno; cantaba la antigua liturgia
Mereces un himno, Dios, en Sión; rezaron generaciones enteras
atiende a mi oración. Tú, hacia quien van todos los mortales; entonaron nuestros abuelos por sus padres.
¿Qué alma cristiana no se compungía al escuchar sobre el día de la ira, aquél día, en que la totalidad de los siglos serán reducidos a cenizas?
¿Qué cristiano no sentía el impulso de confesar sus pecados y arrepentirse cuando escuchaba sobre el terror que habrá en aquél futuro cuando vendrá el Juez a ¡exigirnos cuentas rigurosamente!?
¿Qué pecador no sentía la gracia del arrepentimiento y se preparaba para cuando se dejara escuchar la trompeta esparcir su sonido por las regiones sepulcrales para que todos nos reunamos ante aquél Trono?
¿Qué bautizado no sentía el querer portarse mejor y aprovechar las gracias de los sacramentos cuando oía decir que hasta la naturaleza y la muerte se asombrarán cuando resuciten las criaturas para responder ante el Juez?
¿Qué hombre no sentía la imperiosa necesidad de corregir su camino cuando escuchaba de aquél Juez. que, cuando tome asiento, todo lo que estaba oculto saldrá a la luz y que nada quedará impune? y no sólo eso...
¿Quien no se arrojaba a los pies de la Cruz diciendo ¿Qué podré decir yo, desdichado? ¿A qué abogado invocaré, cuando ni los justos están seguros?
Y una vez ya arrepentido y poniéndose en paz con Dios, ¿no rompía en sollozos cantándole a aquél Rey de majestad tremenda que a quien salve será por su gracia... ¡sálvame, fuente de piedad!
Con el Recordare Confutatis, parte aún de la Secuencia
¿Qué pecador no clamaba a Cristo piadoso pidiéndole que recordase que somos la causa de que haya venido, rogándole para que no nos pierda ese día
Pidiendo para que el trabajo que Cristo hizo al venir y ser crucificado por nosotros no sea en vano
Día de lágrimas aquél en que resurja del polvo para ser juzgado el hombre reo.
Perdónale pues, Dios Piadoso Jesús, Señor, dales el descanso.
Tal era la profundidad y piedad del Rito antiguo de las Exequias
Señor Jesucristo, Rey de la gloria, libera a las almas de todos los fieles difuntos de las penas del infierno y de las profundidades del lago.
Líbralas de la boca del león, que el abismo no las absorba, ni caigan en las tinieblas
Nota;
La música compuesta para la Santa Misa era interpretada en su totalidad
Mientras el coro entonaba los cantos el sacerdote iba y se sentaba a esperar que la música/oración concluyera íntegra.
En la Misa nueva el sacerdote corta con un gesto o ademán la música, dejando las composiciones a medias e incompletas.
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