Hasta el año 1970 el bautismo en la Iglesia Católica se celebraba siguiendo el rito proclamado el año 1614. Según éste, el sacerdote salía revestido (alba, sobrepelliz, estola y capa pluvial moradas) del templo acompañado del acólito, celebrándose la primera ceremonia en el pórtico de la iglesia. Antes de iniciarla, el sacerdote se cercioraba sobre la parroquia a la que pertenecían y mantenía un diálogo con los padrinos; teniendo en cuenta que previamente se hacía un catecumenado. Desde el siglo IV hasta el VI, el sacerdote "exuflaba"o soplaba tres veces sobre el rostro del bautizado, como desprecio al demonio. Seguidamente se le marcaba el signo de la cruz en la frente y pecho, imponiéndole luego la mano sobre la cabeza, significando que la iglesia lo tomaba bajo la protección de Dios. A continuación se le daba la sal, anticipo de la eucaristía y banquete celestial, finalizando con esto la ceremonia a la puerta de la iglesia. Otro rito que aún se conserva a la salida del pórtico es el de las "arrebuchas" o “bolo”, en el que los padrinos arrojaban al aire confites, caramelos, frutos secos o monedas a los niños que esperaban.
En el antiguo ritual del bautismo, tras los exorcismos que tienen lugar a la puerta de la iglesia, el sacerdote pone el extremo izquierdo de la estola morada sobre el infante, que es llevado en brazos por el padrino o la madrina, y colocándose a la derecha conduce la comitiva hasta la pila recitando el Credo y el Pater.
Para bautizar, los ornamentos morados se cambian por los blancos.
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