Este blog no tiene actualizaciones, y se lee hacia atrás, solo es una recopilación de distintas publicaciones de otros blog expertos en estos temas... las publicaciones no son mías... Y me atrevo a publicarlas para que conozcas la Bimilenaria tradición de la Iglesia.

lunes, 31 de octubre de 2011

Bautizo ¿A que Edad?

En el antiguo Código, canon 770, se mandaba con obligación grave que los recién nacidos se bautizaran quam primum (lo más pronto posible)

El nuevo código, canon 867,1, estipula que los padres tienen la obligación de hacer bautizar a sus hijos en las primeras semanas

Canon 856: Aunque el bautismo puede celebrarse cualquier día, es sin embargo aconsejable que, de ordinario, se administre el Domingo o, si es posible, en la Vigilia Pascual

Como apunta el canon 867.2, seria deseable que durante el embarazo los padres ya fueran entrando en una dinámica de preparación y catequesis

La Iglesia ya considera al feto un candidato a la comunidad eclesial, mientras que otros (léase protestantes) lo supeditan a un derecho de autodeterminación (?)



Bautizo de Emergencia

Dice el canon 861 sobre la posibilidad de que, en caso de necesidad, cualquier persona movida por recta intención, aunque no esté bautizada, puede bautizar válidamente

Las situaciones han sido así: nacimiento delicado de la criatura, toses y movimientos extraños por parte del infante, alarma del padre y bautizo apresurado por peligro de muerte del neonato, por si acaso.

Pasado el peligro, en estos casos procede un bautizo sub conditione; puesto que es un bautizo válido, no se puede volver a bautizar, lo que corresponde es ir inmediatamente a la parroquia y anotar el sacramento en las circunstancias en las que se ha dado.

Si la criatura ha sido bautizada, bautizada está. Luego entonces se suplen las ceremonias secundarias del rito bautismal (bendiciones, exorcismos, sal, unciones, capillo, cirio, etc.), y sólo si hay duda positiva acerca de la validez del bautismo conferido se debe reiterar bajo condición

En los libros bautismales de antes, celosos párrocos reflejaban esta clase de acontecimientos en las partidas de bautizo:

-Fue bautizado ante peligro de muerte por la partera, o por la comadre, o por el médico cirujano en la casa de sus padres y, cerciorado de la validez de dicho bautismo le suplí las ceremonias que manda el ritual al día siguiente.

-Se le echó agua en casa de sus padres, y dudando de la validez de dicho bautismo le bauticé sub conditione.

-Ante los niños que se encontraban abandonados. Bauticé sub conditione a .... Porque fue encontrado en la casa de ..... sin cédula de estar bautizado.

¡¡Donde están esos celosos sacerdotes!! Que Dios premie sus desvelos

Rito del Bautizo

El rito es enteramente en latín, ofrecemos solamente la traducción.



En la puerta de la iglesia

Sacerdote: (nombre del niño) ¿Qué pides a la Iglesia de Dios?
Padrino: La fe.
Sacerdote: ¿Qué es lo que te da la fe?
Padrino: La Vida Eterna
Sacerdote: Si quieres, pues, entrar en la vida eterna, guarda los mandamientos. Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón y con toda tu mente y al prójimo como a ti mismo.
 
El Sacerdote sopla tres veces suavemente en la cara del infante y, dirigiéndose al demonio, en cuyo poder está aquella alma por el Pecado Original, le dice imperiosamente:

Sal de éste niño(a) espíritu inmundo, y da lugar al Espíritu Santo Consolador
 
Hace en seguida el Sacerdote la señal de la Cruz en la frente y el pecho del infante, diciendo:

Recibe la señal de la Cruz, tanto en la fren+te como en el pe+cho; asume la fe de los celestiales preceptos; y procura guiarte por ellos para poder ser el templo de Dios.
 
El Sacerdote prosigue diciendo:
Oremos: Os pedimos, Oh Señor, que escuchéis con bondad nuestras plegarias y guardéis con vuestro eterno poder a éste vuestro elegido (nombre del niño) señalado con el signo de la Cruz; para que, guardando los principios de la grandeza de vuestra gloria, merezca llegar a la gloria de vuestra redención con la guarda de vuestros mandamientos. Por Cristo Nuestro Señor. R. Amén
 
Pone el Sacerdote la mano sobre la cabeza del bautizado, como significando que Dios le protegerá; y teniéndola extendida, dice:

Oremos: Omnipotente y eterno Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo; dignaos mirar a este siervo vuestro (nombre del niño), al que os habéis dignado llamar a los principios de la fe; quitad toda ceguera de su entendimiento; romped todos los lazos de Satanás; abridle las puertas de vuestra piedad para que con la plenitud de vuestra sabiduría se vea libre del hedor de todas las concupiscencias y, alegre con el suave olor de vuestros preceptos, os sirva en vuestra Iglesia y adelante en virtud de día en día. Por el mismo Cristo nuestro Señor. R. Amén
 
Pone el Sacerdote un poquito de sal en la boca del infante, para significar que, así como la sal preserva de la corrupción, le preserve Dios de la corrupción del pecado; y dice:

Sacerdote: (nombre del niño) recibe la sal de la sabiduría, seate propiciación para la vida eterna R. Amén
Sacerdote: La paz sea contigo R. Y con tu espíritu.
Sacerdote: Oremos: Oh Dios de nuestros padres, Dios Creador de toda verdad, os pedimos humildemente que os dignéis mirar propicio a este vuestro siervo (nombre del niño); y ya que ha gustado por primera vez ésta sal, no permitáis que se vea por más tiempo privado de este celestial alimento, antes sea fervoroso de espíritu, alegre en la esperanza y constante servidor de vuestro Nombre, conducidle, Señor, a la limpieza de la nueva regeneración, para que merezca conseguir con vuestros fieles servidores los eternos premios que nos habéis prometido. Por Cristo nuestro Señor. R. Amén
 
Con el poder que de Dios ha recibido, el Sacerdote increpa imperiosamente al demonio con estas palabras:

Yo te conjuro, espíritu inmundo, en el nombre del + Padre, y del + Hijo, y del Espíritu + Santo, a que salgas y que te apartes de este siervo de Dios (nombre del niño), Reprímate Él, oh maldito condenado, Aquel que a pie enjuto caminaba sobre el mar y alargó la mano a Pedro cuando se iba sumergiendo.
Así, pues, oh maldito diablo, reconoce tu justa condenación, y honra a Dios vivo y verdadero; honra a su Hijo Jesucristo y al Espíritu Santo, y márchate de este siervo de Dios (nombre del niño), a quien Jesucristo, nuestro Señor y Dios, ha llamado a Si por su gracia, con la bendición y recepción del santo Bautismo.
 
Otra señal de la Cruz hace el Sacerdote sobre la frente del infante, al mismo tiempo que conjura de nuevo al espíritu maligno, y dice;

Y tú, maldito diablo, no te atrevas nunca a profanar esta señal de la + Cruz, que yo acabo de poner sobre su frente. Por el mismo Cristo, Señor nuestro. R. Amén
 
Pone la mano sobre la cabeza del infante en señal de que no le faltará la asistencia de Dios y, teniéndola extendida, dice:

Oremos: Señor santo, Padre Omnipotente, eterno Dios, autor de toda luz y verdad; os suplico que derraméis vuestra justísima y eterna piedad sobre éste siervo (nombre del niño), para que le iluminéis con la luz de vuestra inteligencia; limpiadle y santificadle; dadle la verdadera ciencia para que, haciéndose digno de la gracia del Bautismo, tenga una fe firme, un recto consejo y la santa doctrina. Por Cristo, nuestro Señor. R. Amén
 
El infante permanece aún fuera de la iglesia, en el pórtico, pues no es digno de entrar en ella. Ahora el Sacerdote, después de los exorcismos que ha dirigido contra el maligno espíritu, pone el extremo izquierdo de la estola sobre el infante y le conduce hacia la pila para recibir la Gracia Bautismal. Al mismo tiempo dice:

Sacerdote: (nombre del niño), entra en el templo de Dios, a fin de que tengas parte con Cristo en la vida eterna, R. Amén


  
Dentro de la iglesia
 
Entrados en la iglesia, mientras caminan hacia la pila donde se ha de practicar el Bautismo, rezan el Credo y el Padrenuestro, practicando así un acto de fe pidiendo gracia a Jesús, cuyo discípulo va a ser dentro de poco el infante.
 
Ante el Baptisterio
 
Exorcismo solemne. Un poco antes de llegar a la pila, de espaldas a la puerta del baptisterio, el Sacerdote exorciza y conjura otra vez al demonio, diciendo:

Yo te conjuro, espíritu inmundo, en nombre de Dios + Padre Omnipotente, y en nombre de Jesucristo + Hijo suyo y Señor y Juez nuestro, y en virtud del Espíritu + Santo, que te marches de ésta criatura (nombre del niño), que es imagen de Dios, y al cual nuestro Señor se ha dignado llamar a su santo templo para hacerle templo de Dios vivo, y para que more en él el Espíritu Santo. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y al mundo con el fuego. R. Amén
 
Luego el Sacerdote, con el pulgar de la mano derecha e imitando a Jesús, que con esta ceremonia curó al sordomudo, toma un poco de saliva para tocar las orejas y la nariz del infante. (Este rito podría omitirse si lo aconsejase una causa racional)

Éfeta (tocando la oreja derecha), que significa: Abríos (tocando la izquierda).
En olor (tocando la nariz del lado derecho) de suavidad (al lado izquierdo).
Y tú, diablo, huye, porque se acerca el juicio de Dios.
 
Antes de proceder al Bautismo, el Sacerdote en nombre de Dios, exige que el bautizado renuncie a Satanás y a todas sus obras. Y así pregunta al infante llamándole por su propio nombre, contestando por él sus padrinos:

Sacerdote: (nombre del niño) ¿Renuncias a Satanás?
Padrino: Renuncio
Sacerdote: ¿Y a todas sus obras?
Padrino: Renuncio
Sacerdote: ¿Y a todas sus pompas?
Padrino: Renuncio
 
El padrino o la madrina descubren la cabeza del infante y un poco del pecho y de la espalda. El Sacerdote moja el pulgar con el óleo de los catecúmenos y con el unge al infante en el pecho y en la espalda, formando una cruz en cada parte, diciendo:

Yo te unjo + con el Óleo de la salvación en Jesucristo nuestro Señor, para que tengas la vida eterna. R. Amén
 
Limpia el Sacerdote con un poco de algodón o estopa su pulgar y las partes ungidas del infante.
 
En el Baptisterio
 
Las ceremonias hasta aquí realizadas no son más que una preparación para el acto del Bautismo.

Deja el Sacerdote la estola morada, señal de penitencia, y toma la estola blanca. Entra en el presbiterio, y con él los padrinos llevando al infante. Ante la pila, donde éste ha de recibir el Bautismo, el Sacerdote hace las siguientes preguntas, llamando por su nombre al infante, a las que responde en su nombre el padrino:

Sacerdote: (nombre del niño), ¿Crees en Dios Padre Omnipotente, Creador del Cielo y de la tierra?
Padrino: Creo
Sacerdote: ¿Crees en Jesucristo, su único Hijo y Señor nuestro, que nació y padeció?
Padrino: Creo
Sacerdote: ¿Crees en el Espíritu Santo, la santa Iglesia Católica, la comunión de los Santos, la resurrección de la carne y la vida eterna?
Padrino: Creo
 
Y sigue la última pregunta, definitiva, resolutiva, decisiva.
Dice el Sacerdote al infante, llamándole por su nombre:

Sacerdote: (nombre del niño) ¿Quieres ser bautizado?
Padrino: Si quiero.
 
Los padrinos toman al infante, el cual tendrá la cabeza desnuda y la cara hacia abajo. El Sacerdote con una concha toma el agua bautismal y la derrama tres veces sobre la cabeza, en forma de cruz, diciendo al mismo tiempo las palabras sacramentales:

Sacerdote: (nombre del niño), Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
 
El infante es ya cristiano; ha recibido el Sacramento regenerador; se le ha comunicado la vida divina, la Gracia, se le ha perdonado el Pecado Original, es miembro de la Iglesia Católica y tiene derecho al Cielo.


  
En seguida el Sacerdote moja el pulgar con el santo Óleo del Crisma y unge al infante en la extremidad de la cabeza, en forma de cruz, diciendo:

Dios Omnipotente, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que te ha regenerado con el agua y el Espíritu Santo, y que te ha perdonado todos tus pecados (aquí le unge), Él mismo te unja con el Crisma + de salvación, en el mismo Jesucristo, nuestro Señor, para la vida eterna. R. Amén
Sacerdote: La paz sea contigo. R. Y con tu espíritu.
 
Después que el Sacerdote ha limpiado con algodón su pulgar y la parte ungida del infante, pone sobre él la vestidura blanca para indicar que ha de guardar toda su vida la Gracia que acaba de recibir.

Sacerdote: Recibe la vestidura blanca que puedas llevar limpia y pura ante el tribunal de nuestro Señor Jesucristo, para que tengas la vida eterna. R. Amén
 
Da el Sacerdote una vela encendida al niño, o al padrino, en su nombre, para significar el buen ejemplo de vida cristiana, que ha de dar siempre, procurando no mancillar nunca su alma con el pecado.

Sacerdote: Recibe la vela encendida, y guarda los mandamientos de Dios, para que, cuando el Señor viniere a las celestiales bodas, puedas salir a su encuentro juntamente con todos los Santos en el Cielo, y vivas eternamente. R. Amén
 
Terminadas todas las ceremonias del Santo Bautismo, el Sacerdote despide al recién bautizado con unas palabras que recuerden las que Jesús solía dirigir a sus Apóstoles:

Sacerdote: (nombre del niño), vete en paz, y el Señor sea contigo. R. Amén

Bautizo



Hasta el año 1970 el bautismo en la Iglesia Católica se celebraba siguiendo el rito proclamado el año 1614. Según éste, el sacerdote salía revestido (alba, sobrepelliz, estola y capa pluvial moradas) del templo acompañado del acólito, celebrándose la primera ceremonia en el pórtico de la iglesia. Antes de iniciarla, el sacerdote se cercioraba sobre la parroquia a la que pertenecían y mantenía un diálogo con los padrinos; teniendo en cuenta que previamente se hacía un catecumenado. Desde el siglo IV hasta el VI, el sacerdote "exuflaba"o soplaba tres veces sobre el rostro del bautizado, como desprecio al demonio. Seguidamente se le marcaba el signo de la cruz en la frente y pecho, imponiéndole luego la mano sobre la cabeza, significando que la iglesia lo tomaba bajo la protección de Dios. A continuación se le daba la sal, anticipo de la eucaristía y banquete celestial, finalizando con esto la ceremonia a la puerta de la iglesia. Otro rito que aún se conserva a la salida del pórtico es el de las "arrebuchas" o “bolo”, en el que los padrinos arrojaban al aire confites, caramelos, frutos secos o monedas a los niños que esperaban.




En el antiguo ritual del bautismo, tras los exorcismos que tienen lugar a la puerta de la iglesia, el sacerdote pone el extremo izquierdo de la estola morada sobre el infante, que es llevado en brazos por el padrino o la madrina, y colocándose a la derecha conduce la comitiva hasta la pila recitando el Credo y el Pater.

En la ceremonia de recepción de la madre en la iglesia (benedictio mulieris post partum) el sacerdote acompaña a la madre hasta el altar, y ella sostiene el extremo izquierdo de la estola.


Para bautizar, los ornamentos morados se cambian por los blancos.


martes, 25 de octubre de 2011

Particularidades Misa de Requiem

Es necesario que recordemos cómo se desarrollaban las exequias hasta el Concilio Vaticano II. Como nos dice el liturgista Martínez de Antoñana, “las exequias comprenden el levantamiento del cadáver en la casa mortuoria y su conducción a la iglesia funerante, los Oficios fúnebres celebrados en ésta, el acompañamiento hasta el cementerio y el sepelio”.

El cadáver, una vez lavado y amortajado, se velaba en la casa mortuoria o en otro lugar conveniente sobre paño negro y con velas a los lados con los pies hacia delante, depositado sobre escaño o en el suelo. Como mortaja, además de la sábana o sudario, podía elegirse por el mismo difunto o sus familiares, un hábito religioso o las insignias de sus cargos y títulos. Las Cofradías solían tener el ajuar necesario para ello.


El tiempo de procederse a ellas no podía ser antes de transcurridas veinticuatro horas del fallecimiento ni exceder a tres días, aun en el caso de cadáveres embalsamados. Aunque en caso de necesidad podían celebrarse a cualquier hora del día de la salida del sol hasta su ocaso, se prefería la mañana, para que pudiera celebrarse la misa exequial corpore insepulto, a no ser que la solemnidad del día lo impidiera.

A la familia o herederos del difunto correspondía invitar al clero secular, religiosos o cofradías para que asistieran corporativamente, cuya asistencia es algo común en el mundo católico de la Baja Edad Media y de la Moderna, teniendo que ser aceptados por el párroco, a quien correspondía presidir por Derecho Canónico.

Los servicios religiosos fúnebres, en los que se refleja la jerarquización de la sociedad, salvo en el caso de extrema pobreza, eran remunerados, cuyas tasas eran reguladas por los sínodos diocesanos: entierro en la parroquia, entierro en otra parroquia o convento, número de clérigos asistentes, solemnidad en la celebración.

Se convocaba a los asistentes por especial tañido de campanas, los dobles, que acompañaban todos los ritos funerarios. El orden de precedencia se considera por la mayor proximidad al cadáver. Delante iban, de dos en dos, primero, los cofrades con sus pendones o estandartes, a los que seguían los acólitos (cruciferario llevando la Cruz alzada de la iglesia funerante, ceroferarios y el del acetre e hisopo) y el clero, primero el regular y después el secular, cerrado por el preste. Los fieles iban detrás del féretro.


Los clérigos, revestidos de sobrepelliz y, según la solemnidad, de capa pluvial negra (sólo el preste llevaba estola), solían llevar cetros o pértigas o cirios y velas, que portaban también los cofrades que participaban, preocupación importante debido a su alto coste. Por lo común la cera era de color tiniebla o amarilla, aunque en el caso de alguna Hermandad se habla de cera blanca, más costosa.

 En el traslado del cadáver, siempre por el camino más corto, a hombros, en parihuelas a mano o en carroza fúnebre con los pies hacia delante, aun en el caso de ser presbítero, el féretro se cubría con paño negro, que podía estar adornado de una cruz encarnada o morada y emblemas fúnebres. Habiéndose realizado el levantamiento del cadáver, se organizaba el cortejo en el mismo orden. En el camino se cantaba el salmo Miserere en tono primero, y los graduales y penitenciales, si fuere necesario, en modo segundo gregoriano.

A la entrada de la iglesia se cantaba el responsorio Subvenite y los clérigos se retiraban al coro para cantar el Oficio de Difuntos. Tanto en él como en la misa el órgano sólo podía tocar como acompañamiento del canto.

El cadáver se colocaba si era presbítero, con la cabeza hacia el altar y, si no, al contrario, en el túmulo cubierto de paño negro, preparado en medio de la iglesia, sobriamente adornado con flores y velas (al menos dos) e, incluso, las insignias sacerdotales, los títulos y escudos nobiliarios o estandarte.

En el altar sólo se colocaban la cruz y seis candeleros, sin ningún adorno de flores, reliquias ni imágenes de santos, frontal de color negro, o morado si había reserva eucarística, con el pavimento del presbiterio desnudo, sólo con una alfombra morada o negra sobre la tarima.

Se abría el Oficio con el Invitatorio Regem cui omnia vivunt, al que sucedía, al menos, el Primer Nocturno de Maitines seguido de los Laudes. Si lo permitía la hora, a continuación se celebraba la misa exequial, que acaba en vez de con el Ite missa est con el Requiescant in pace. Las velas se distribuían y tenían encendidas al evangelio, desde antes del prefacio hasta la sunción del Sanguis y durante la absolución. Después de ella se tiene la oración fúnebre y, por último, la absolución sobre el cadáver, como apéndice y conclusión de la Misa de Requiem.  Si no se celebraba la misa, la absolución seguía al Oficio.

Para ello, el subdiácono de la misa con la cruz, flanqueado por los acólitos ceroferarios, se colocaba a la cabeza del túmulo. El clero con velas encendidas se repartía a ambos lados de éste. El preste, con pluvial, diácono y presbítero asistente, si había, se colocaban en el lado frontero a la cruz. Todo preparado, se cantaba el responsorio Libera me Domine con sus oraciones complementarias, durante el que se rociaba con agua bendita e incensaba rodeándolo.

Terminados los ritos a celebrar en la iglesia, el cadáver era conducido al lugar de enterramiento con el mismo orden que se observó de la casa a la iglesia, en cuyo trayecto se cantaba la antífona In paradisum, que se podía repetir cuantas veces hiciera falta o añadir salmos graduales.


Existía la costumbre de hacer estaciones en el trayecto de los traslados, las posas o paradas, y asperjar el cadáver con agua bendita después del canto del Libera me, que aunque no aparecían en el Ritual y eran un signo de ostentación, se permitían oficiosamente por ser una pingüe entrada de centavos para los clérigos.


Llegados al lugar del sepelio, se entonaba la antífona Ego sum con el Benedictus, tras el que seguían unas plegarias durante las que se asperjaba y turificaba el cadáver, tras lo cual era sepultado.

Posteriormente el párroco asentaba en el Libro de Defunciones el nombre y edad del difunto, el de los padres o el del cónyuge, cuándo falleció, quién le administró los últimos sacramentos y cuáles y el lugar y tiempo de la sepultura.

Muy frecuentes, por el alto índice de mortalidad infantil eran las exequias de párvulos, es decir, de bautizados fallecidos antes de tener uso de razón, que se consideraba se adquiría cumplidos los siete años. En el Ritual se suprimen todos los signos de duelo y se prescriben signos de alegría: ornamentos blancos, repique de campanas, cantos especiales, misa votiva de Angelis en acción de gracias. El paño negro se sustituye por uno blanco que puede llevar franjas de oro y sobre él puede colocarse corona de flores en señal de inocencia. Se usan ornamentos blancos y cruz sin asta.


PARTICULARIDADES DE LA MISA DE REQUIEM

Uso de ornamentos Negros


La misa rezada de difuntos llamada también de Requiem a causa de las palabras con que empieza su introito comporta una serie de reglas especiales, a saber :

·                 Al principio de la misa se omite el salmo Judica me, es decir : después de decir la antífona Introíbo ad altare Dei y la respuesta del ministro, el celebrante prosigue diciendo inmediatamente Adjutorium nostrum in nómine Domini y el resto (Confíteor, etc.) como de ordinario.

·                 Al comenzar a leer el introito no se santigua sino que apoyando la mano izquierda sobre el altar, con la derecha traza un signo de cruz sobre el misal. Después del versículo del psalmo no dirá Gloria Patri etc. sino que repite directamente el introito: Requiem aeternam etc.

·                 No se dice el Gloria in excelsis ni tampoco el Alleluia, sino que tras la Epístola se lee el gradual y la prosa o sequencia Dies irae.

·       Antes del Evangelio no dice Jube Domine benedícere, ni Dominus sit in corde meo etc.  Tampoco se besa el texto del Evangelio al final ni se dice per evangélica dicta etc.


·       Al ofertorio no ha de trazar el signo de cruz sobre la vinajera pero sí debe recitar la oración Deus qui humanae substantiae etc. y al final del psalmo Lavabo inter innocentes no dice Gloria Patri etc. ni hace inclinación a la cruz.

·       Al Agnus Dei en lugar de miserere nobis el celebrante dirá dona eis réquiem, y en lugar de dona nobis pacem dirá dona eis réquiem sempiternam. Se omiten los tres golpes de pecho, de manera que el celebrante recitará todo el Agnus Dei medianamente inclinado y con las manos juntas ante el pecho, sin apoyarlas sobre el altar.


·       Se omite la primera de las oraciones de preparación a la comunión, es decir: la que empieza por Domine Jesu Christe qui dixisti.

·       Al final de la misa en lugar de decir Ite Missa est dirá Requiescant in pace pero sin volverse de cara a los fieles sino permaneciendo de cara al altar. Y se responde Amén

No se da la bendición final sino que tras haber dicho la oración Placeat tibi etc. el celebrante besa el altar e inmediatamente se desplaza al ángulo del Evangelio para leer el inicio del evangelio de San Juan, como de ordinario.






Antes, como había más abundancia de clero, había más especialización: unos eran predicadores, otros directores espirituales, otros se dedicaban a la enseñanza... y también había los que se dedicaban sencillamente a administrar los sacramentos y a decir misas, eran los altaristas o curas de misa y olla. Normalmente, por ello, el predicador no era el que presidía u oficiaba la misa, sino que se limitaba a ocupar la "sagrada cátedra" o púlpito.

Ordinariamente, el  sermón tenía lugar inmediatamente después del Evangelio. Al final de la misa en el caso de las oraciones fúnebres y de sermones extraordinarios, como anuncio de un jubileo o acción de gracias por un suceso.

El hábito del predicador era su hábito religioso en el caso de regulares. En las oraciones fúnebres, según Antoñana, los seculares usaban el negro ordinario sin estola. En los demás casos, si quien predicaba era el celebrante, lo hacía revestido de los ornamentos, cubierta la cabeza, dejando la casulla y el manípulo en la sede, a no ser que predicara en el lado del evangelio, sentado o de pie. Si era otro clérigo, con sobrepelliz y, supuesta costumbre inmemorial con estola con el oficio del día y, en algunos sitios, pluvial.

Se dirigía el predicador al presbiterio y permanecía durante el Evangelio en el lado de la epístola, hasta que acabado éste se dirigía al preste y le pedía la bendición, tras lo que pasaba a ejercer su ministerio.

Catafalco

Catafalco, Túmulo:


El catafalco es un monumento fúnebre que se alza en la nave de la iglesia para representar moralmente al difunto durante las exequias solemnes, cuyo cuerpo puede o no estar presente en la iglesia.

Armazón recubierto de vestiduras negras que se instalaba en las iglesias para celebrar los funerales de un difunto.
La altura del Catafalco representa la importancia moral del difunto, siendo la parte superior la que representa su persona.

Sepulcro, zona elevada o armazón de madera o ataúd cuidadosamente adornado que es utilizado en los templos o lugares donde se celebran las exequias o enterramientos de cuerpo presente, o de aniversario en los funerales solemnes.










Catafalcos Papales:



S.S. Pio IX

S.S. Leon XIII

S.S. Pio X

S.S. Benedicto XV

S.S. Pio XI

S.S. Pio XII


Catafalcos Reales



Emperatriz Zita de Austria

Rey Alfonso XII de España (erigido en Malinas, Filipinas)
Catafalco Presidencial

Don Miguel de San Román Presidente del Perú

Misas de Difuntos

Yo no sé si, ¡ay de mí!, han estado en un funeral: “aleluya”, aplausos, frases risueñas, uno se pregunta si esta gente leyó alguna vez el Evangelio; Nuestro Señor mismo lloró sobre Lázaro y su muerte. Aquí, con este sentimentalismo insípido, no se respeta ni siquiera el dolor de una madre. Yo les habría mostrado cómo asistía al pueblo a una Misa de difuntos, con qué compunción y devoción se entonaba aquel magnífico y tremendo “Dies Irae”.
Domenico Cardenal Bartolucci 

(Videos de la Misa de difuntos con el Réquiem en Re menor compuesto por Wolfgang Amadeus Mozart)
 
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Dales Señor el descanso eterno; cantaba la antigua liturgia
Mereces un himno, Dios, en Sión; rezaron generaciones enteras
atiende a mi oración. Tú, hacia quien van todos los mortales; entonaron nuestros abuelos por sus padres.



¿Qué alma cristiana no se compungía al escuchar sobre el día de la ira, aquél día, en que la  totalidad de los siglos serán reducidos a cenizas?

¿Qué cristiano no  sentía el impulso de confesar sus pecados y arrepentirse cuando escuchaba sobre el terror que habrá en aquél futuro cuando vendrá el Juez a ¡exigirnos cuentas rigurosamente!?

¿Qué pecador no sentía la gracia del arrepentimiento y se preparaba para cuando se dejara escuchar la trompeta esparcir su sonido por las regiones sepulcrales para que todos nos reunamos ante aquél Trono?

¿Qué bautizado no sentía el querer portarse mejor y aprovechar las gracias de los sacramentos cuando oía decir que hasta la naturaleza y la muerte se asombrarán cuando resuciten las criaturas para responder ante el Juez?

¿Qué hombre no sentía la imperiosa necesidad de corregir su camino cuando escuchaba de aquél Juez. que, cuando tome asiento, todo lo que estaba oculto saldrá a la luz y que nada quedará impune? y no sólo eso...
¿Quien no se arrojaba a los pies de la Cruz diciendo ¿Qué podré decir yo, desdichado? ¿A qué abogado invocaré, cuando ni los justos están seguros?

Y una vez ya arrepentido y poniéndose en paz con Dios, ¿no rompía en sollozos cantándole a aquél Rey de majestad tremenda que a quien salve será por su gracia... ¡sálvame, fuente de piedad!



Con el Recordare Confutatis, parte aún de la Secuencia

¿Qué pecador no clamaba a Cristo piadoso pidiéndole que recordase que somos la causa de que haya venido, rogándole para que no nos pierda ese día
Pidiendo para que el trabajo que Cristo hizo al venir y ser crucificado por nosotros no sea en vano


Día de lágrimas aquél en que resurja del polvo para ser juzgado el hombre reo.
Perdónale pues, Dios Piadoso Jesús, Señor, dales el descanso.

Tal era la profundidad y piedad del Rito antiguo de las Exequias









Señor Jesucristo, Rey de la gloria, libera a las almas de todos los fieles difuntos de las penas del infierno y de las profundidades del lago.
Líbralas de la boca del león, que el abismo no las absorba, ni caigan en las tinieblas

Nota;
La música compuesta para la Santa Misa era interpretada en su totalidad
Mientras el coro entonaba los cantos el sacerdote iba y se sentaba a esperar que la música/oración concluyera íntegra.

En la Misa nueva el sacerdote corta con un gesto o ademán la música, dejando las composiciones a medias e incompletas.