El amito; el lienzo con que fue cubierto el rostro de Nuestro Señor Jesucristo.
Admonición del Obispo al imponer el amito;
Accipe amictum, per quem designatur castigatio vocis: Rúbrica y oración del Sacerdote al vestirla, antes de cada Misa;
Ad Amictum, dum ponitur super caput, dicat:
Impóne, Dómine, cápiti meo gáleam salútis, ad expugnándos diabólicos incúrsus.
"Señor, poned sobre mi cabeza la defensa (el yelmo) de mi salvación, para luchar victorioso contra los embates del demonio" (Cfr. Efesios 6,17)
Oración del Obispo al vestirla, antes de cada Misa;
Impóne, Dómine, gáleam salútis in cápite meo ad expugnándas omnes diabólicas fraudes, inimicórum ómnium versútias superando
El diácono y el subdiácono –que son los servidores inmediatos del sacerdote-, el mismo sacerdote y hasta el Obispo, que es el clérigo que posee la plenitud del sacerdocio, cuando van a revestirse de sus ornamentos propios se ponen el amito, que es un trozo de tela blanca rectangular y lo suficientemente ancha para que cubra el cuello y los hombros.
Lleva en su centro pintada o bordada una cruz, que siempre debe besar el que lo usa antes de ponérselo y al quitárselo; en las puntas delanteras lleva cosidas dos cintas o cordones lo bastante largos para que puedan cruzarse primero sobre el pecho y luego en la espalda, para volver finalmente adelante y unirse con un lazo.
Espiritualmente, y por la misma oración que reza el que se lo pone, el amito, viene a ser como el yelmo salvador contra los ataques del demonio.
Del latín "amictus", de "amicio, amicire", rodear, envolver. Lienzo rectangular de lino blanco que el sacerdote se coloca sobre los hombros y alrededor del cuello antes de ponerse el alba. Se sujeta por medio de cintas cruzadas a la cintura. Se utiliza al menos desde el siglo VIII y hasta el presente.
Simbolismo: defensa contra las tentaciones diabólicas y la moderación de las palabras.
El caso es que en otra época anterior ocultaba por completo la cabeza de los clérigos, que incluso debían abusar de él, pues en el Concilio de Roma del año 774 se prohibió que el amito cubriese la cabeza del celebrante o asistente durante la misa. Sin embargo la práctica continuó, más sólo para la procesión de entrada, hasta la total generalización del bonete, para que los ministros fueran hasta el altar cubiertos con él, a modo de yelmo de salvación, pertrechados con esa cobertura contra diabolicos incursus.
Antiguamente el amito estaba decorado con una franja bordada que formaba una suerte de solapa o cuello que disimulaba la escotadura de la casulla, llamado en latín collaria o colleria, en otras latitudes parura o aurifrisium y más comúnmente en castellano amito collar.
Pero el que ha llegado a nuestros días es mucho más sencillo dado que se reduce a un simple lienzo de lino o cáñamo que puede estar adornado con encajes en su borde perimetral, excepto en la parte que ciñe el cuello. Según los autores, ha de tener entre setenta y ochenta centímetros por unos sesenta -80 por 60 establece el ceremonial de los menores conventuales- y contar con una cruz en el centro y dos cintas como de metro y medio para cómodamente poder dar la vuelta al cuerpo y atarse por delante. Según Barbier de Montault la costumbre romana prevé para estas cintas que sean de colores en las fiestas.
El amito lo bendice el obispo o un sacerdote facultado para ello y ha de ser lavado separadamente de los vestidos profanos.
Por último, señalar que el término amito procede del latino amictus, de amicere, cubrir, si bien ha recibido otros nombres latinos como humerale, superhumerale, porque cubría los hombros, anaboladium y anagolai, como viene referido en el Ordo romanus, por ceñir el cuello.
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