Como el sacrificio de Nuestro Señor esta en el corazón de la Iglesia, en el corazón de nuestra salvación y en el corazón de nuestras almas, todo lo que se relaciona con el Santo Sacrificio de la Misa nos toca profundamente a cada uno de nosotros personalmente. Tenemos que participar en este sacrificio para la salvación de nuestras almas. Tenemos que recibir la Sangre de Jesús por medio del bautismo y de los demás sacramentos, particularmente el sacramento de la Eucaristía, para salvar nuestras almas.
El fin de Nuestro Señor Jesucristo fue ofrecerse en la Cruz. No vino para otra cosa. La Misa es la continuación de la Cruz; el fin de Nuestro Señor fue, pues, continuar su Cruz por medio del Santo Sacrificio de la Misa hasta el fin de los tiempos. Parece que muchas almas lo han olvidado, buscando la fuente de las gracias en pequeñas prácticas de devoción, en el rezo de algunas oraciones personales y en pequeñas devociones a tal o cual Santo… Está bien tener ciertas devociones, pero tengamos la devoción esencial, la devoción capital y fundamental de la Iglesia y de todos los Santos: la que nos trajo Nuestro Señor.
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