Para acceder al gran misterio de la Cruz de Nuestro Señor, es indispensable una preparación. Por esto, durante la primera parte de la Misa, la Iglesia une a la alabanza oraciones propias para suscitar la humildad y la contrición interiores, pues alimenta nuestra fe con textos que propone a nuestra meditación.
La primera parte de la Misa, llamada Misa de los catecúmenos, esta consagrada a la alabanza y a la compunción (es una actitud del alma llena al mismo tiempo de humildad y de contrición), pero sobre todo a la enseñanza. Se resume en el Credo.
Convenía que la Santa Misa fuera la ocasión de una enseñanza y de una comunicación del Verbo de Dios “que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (Jn 1, 9) (…) Esta primera parte de la Misa tiene que aumentar nuestra fe en Nuestro Señor Jesucristo, y esta fe, a su vez, tiene que ser la fuente del celo de manifestar a Nuestro Señor a las almas.
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