La liturgia y su corazón, el Santo Sacrificio de la Misa, era lo que las teorías de los innovadores corrompían con el pretexto de la "participación plena, consciente y activa" reclamada para los fieles por la constitución conciliar sobre la liturgia (n 14), promulgada el 4 de diciembre de 1963. Desde marzo de 1963 Monseñor Lefebvre se había pronunciado contra ese principio equivoco:
"La comprensión de los textos no es el fin ultimo de la oración, sino la unión con Dios; hay una atención a los textos que incluso puede ser un obstáculo. El alma encuentra la unión con Dios mas bien en el canto religioso, la piedad de la acción litúrgica, el recogimiento, la belleza arquitectónica, la nobleza y piedad del celebrante, la decoración simbólica, el olor del incienso, etc"
Ahora bien, el Consilium para la aplicación de la reforma litúrgica, instituido el 26 de febrero de 1964 y confiado, bajo la presidencia del Cardenal Lercaro, al Padre Bugnini, emprendió, no la "revisión" solicitada por el Concilio, sino una refundición radical y sistemática de la liturgia, en particular de la Misa, "una verdadera creación", como diría Bugnini. Al hacer esto, aplicaba el principio director de Sacrosanctum consilium, anunciado ya antes del Concilio por el Padre Ferdinando Antonelli:
"Todo se ordena a un fin: lograr que los fieles
1) comprendan fácilmente los ritos y
2) Vuelvan a ser lo que deben ser: participantes activos, y no solo espectadores de las acciones litúrgicas."
Esas dos cosas -decían a coro Antonelli y Bugnini- se habían perdido desde hace siglos. Al encontrarse después con esa afirmación en la obra de Anibale Bugnini, La reforma de la liturgia, Monseñor Lefebvre se indigno:
“¡Es falso! La enseñanza real de la historia prueba lo contrario. ¿Como se puede decir que todos los fines que existieron, a lo largo de los siglos (mucho antes de que existiera Bugnini), participaron en la Misa de manera muda?, ¡como espectadores y extraños! No hay nada mas falso. La participación activa de los fieles, ¿no es acaso su participación espiritual, que es mucho mas importante que una participación exterior?"
Por otro lado, en la lectura de La reforma, Monseñor Lefebvre discernía, tras los falsos principios, un error doctrinal, una herejía subyacente:
"Por debajo de esto (digo debajo, no formalmente) hay una herejía: que el sacerdocio de los fieles y el sacerdocio de los sacerdotes es el mismo; que todo el mundo es sacerdote, que el Pueblo de Dios debe ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa"
El propio Antonelli le reprochaba a Bugnini "haber introducido en el trabajo (del Concilium) a personas capaces, pero de tinte teológicamente progresista, sin ofrecerles resistencia porque no se podía ir en contra de ciertas tendencias". Reconocía que "las teorías en boga entre los teólogos de avanzada recaían sobre la formula del rito"
Esas teorías eran las de la "nueva teología"
Por medio de sutiles cambios de énfasis, la "nueva teología" ponía de relieve el "sacerdocio común" de los bautizados, y ya no veía en el sacerdote el modelo en que se realiza el sacerdocio propiamente dicho; el sacerdote en la Misa es mas bien el que "une los sufragios de los fieles al sacrificio de su Cabeza" que el que ofrece por si mismo el sacrificio como ministro de Cristo Sacerdote.
El "misterio pascual", celebrado en la Misa, era mas el Cristo triunfante en su Resurrección que el Cristo que expía por su Pasión; el pecado ya no se consideraba como una injusticia contra Dios y sus derechos, sino solo como un daño para el hombre y la solidaridad humana; se vaciaba de su sustancia la Redención por la satisfacción de Cristo y la propiciación del Padre, y se evacuaba la Cruz de Cristo. Una teología sacramental simbolista de la Misa el "memorial" de la obra salvadora de Cristo, memorial que representaba (es decir, hacia presente) esta obra por la "vivencia" de la acción litúrgica comunitaria; en este sentido, la misa solo era un sacrificio porque era "memoria". La presencia sustancial de Cristo bajo las especies quedaba diluida en el memorial. La transubstanciación del pan y del vino se hacia redundante y bastaba una transignificacion.
Esas influencias deletéreas de una gnosis multiforme, pero coherente y omnipresente, escapaban a los no iniciados; Monseñor Lefebvre discernía algunos de sus rasgos, inscritos en la lógica de los sucesivos cambios radicales en la liturgia y graduados de forma inteligente: cambio de orientación de los altares, relegación del sagrario a otro lugar, invasión de la lengua vernácula, supresión de las "oraciones individuales" del sacerdote (oraciones al pie del altar) y de los signos de la cruz, etc., rezo del Canon el voz alta y finalmente, la lengua vernácula que suplantaba totalmente al latín: reformas todas aprobadas por Pablo VI de 1964 a 1967.
La asociación Una voce, fundada para preservar el latín litúrgico y el canto gregoriano, protesto el 25 de mayo de 1967 ante Pablo VI contra esa generalización de la lengua vernácula, contraria a la Sacrosanctum Consilium (n 36, 1), y Monseñor Romoli, Obispo de Pescia, escribió sobre el mismo tema, el 17 de agosto, a la conferencia episcopal italiana; Monseñor Lefebvre publico esa carta en Fortes in fide.
De todos modos, hasta aquí, las reformas habían sido solo "retoques" provisionales. Para Bugnini y el Consilium, "se trataba de ofrecer nuevas estructuras a ritos completos (...) y, en ciertos puntos, de una nueva creación". Entretanto, los Obispos tenían que "tomar iniciativas, proponer adaptaciones y experiencias, etc.", bajo pena, por "inmovilismo", de quedar desbordados por experimentaciones individuales y arbitrarias de las que Pablo VI estaba amargamente descontento.
Contra esa revolución permanente en la liturgia, fomentada "desde arriba" y estimulada " por la base", se pronuncio el Padre Dulac en el Courrier de Rome.
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