Un debate central que abordo el Concilio fue el de la definición o propia identidad de la Iglesia Católica.
El esquema sobre la Iglesia, enviado a los Padres en 1963, que reemplazaba al texto de la Comisión Preparatoria desechado en noviembre de 1962 en la primera sesión, seguía afirmando que la única Iglesia, a la que los símbolos de fe llaman "una, santa, católica y apostólica", "es la Iglesia Católica, constituida y ordenada como sociedad en este mundo"
Ahora bien, en julio de 1964, el texto comunicado a los Padres provoco una ola de reacciones: la Iglesia de Cristo, se decía en el, "subsiste en la Iglesia Católica". Se había reemplazado el "est" de identidad por un "subsistit" de manera que la Iglesia de Cristo estaba simplemente presente, o permanente, o plenamente constituida, en la Iglesia Católica. Esta sustitución de palabras fue sugerida por el pastor protestante Schmidt al teólogo del Cardenal Frings, el Padre Ratzinger.
La Comisión Doctrinal explicó:
"Se emplea subsistit in en el lugar de est para que la expresión concuerde mejor con la afirmación de elementos eclesiales que se encuentran fuera de ella"
Al principio de la tercera sesión, monseñor Carli tuvo la reacción más contundente:
"La palabras subsistit in -dijo- no son aceptables, porque podría creerse que la Iglesia de Cristo y la Iglesia Católica son dos cosas distintas, que la primera habita en la segunda como en un sujeto. Que se diga est, simplemente y con mayor verdad, porque eso es lo que dicen las fuentes"
Es decir, los documentos del magisterio, incluso reciente, a los que el texto hacia referencia sin serles fiel, como la enciclica Mystici Corporis de Pio XII, que identifica claramente la Iglesia de Cristo con la Iglesia Católica (n 13), al igual que la enciclica Humani Generis (Dz 2319)
Dejando de lado esta enseñanza tradicional, el Concilio hacia de la Iglesia una nebulosa sin contornos precisos, compuesta por un núcleo firme, la Iglesia Católica, al rededor de la cual gravitaban, en círculos concéntricos, "realidades eclesiales: verdaderas Iglesias locales y diversas comunidades eclesiales" que, sin tener subsistencia singular como la Iglesia Católica, tenían contradictoriamente una existencia eclesial.
A este error se opuso el Arzobispo de Synnada en el debate sobre el ecumenismo, en noviembre de 1963. El esquema se atrevía a afirmar que "esas Iglesias y comunidades separadas no están, en absoluto, desprovistas de significado en el misterio de la Salvación. En efecto, el Espíritu de Cristo no se niega a servirse de ellas como de medios de salvación"
La refutación cabía en unas cuantas líneas brillantes, depositadas en el Secretariado del Concilio:
"Una comunidad, en cuanto comunidad separada, no puede gozar de la asistencia del Espíritu Santo, ya que su separación es una resistencia al Espíritu Santo. Este no puede actuar mas que directamente sobre las almas o usar medios que, de suyo, no comporten ningún signo de separación"
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