Este blog no tiene actualizaciones, y se lee hacia atrás, solo es una recopilación de distintas publicaciones de otros blog expertos en estos temas... las publicaciones no son mías... Y me atrevo a publicarlas para que conozcas la Bimilenaria tradición de la Iglesia.

jueves, 28 de abril de 2011

¿Libertad o Tolerancia?


Un día el cardenal OTTAVIANI y el cardenal BEA llevaron a las Comisiones Preparatorias del Concilio Vaticano II dos fascículos que valían su peso en oro.

 Estos dos fascículos delimitaron los campos en la Iglesia:
 El del Cardenal BEA, liberal, es de la Revolución francesa y el otro, el del Cardenal OTTAVIANI estaba firmemente asentado en la Tradición bimilenaria católica.

El 19 de junio, penúltimo día de la última sesión, hubo dos esquemas opuestos en el programa de la Comisión Central.
-El primero, capitulo IX del esquema “Sobre la Iglesia”, preparado por la Comisión Teológica y directamente por el Cardenal OTTAVIANI, trataba “Sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado y la tolerancia religiosa”; tenía nueve páginas de texto y catorce de notas que se referían, con numerosas citas, al magisterio pontificio desde Pio IX a Pio XII.
En su documento el Cardenal OTTAVIANI habla de la tolerancia religiosa:
   Es decir, si hay otras religiones en los Estados católicos, se los tolera, pero no se les concede las mismas libertades que a la Iglesia, del mismo modo que se toleran los pecados y los errores, dado que no se puede expurgar todo. En una sociedad hace falta una cierta tolerancia, pero esto no quiere decir que se apruebe el mal.
 Su postura permanecía en comunión con todos los Papas hasta el Concilio: En el folleto del Cardenal OTTAVIANI hay más páginas de referencia que de texto; referencias a los Papas, a los concilios, a toda la doctrina de la Iglesia. La tolerancia religiosa está realmente en la continuidad de la Tradición. La Fe en la Iglesia fue siempre predicar la verdad y tolerar el error, ya que no puede hacer de otro modo, pero esforzándose en ser misionera, reducir el error y atraer a la verdad.

-El otro, redactado por el Secretariado para la Unidad del Cardenal BEA, se titulaba “Sobre la libertad religiosa”; consistía en quince páginas de texto y cinco de notas, sin ninguna referencia al magisterio de la Iglesia.
En su documento el Cardenal BEA habla de la libertad religiosa y se basaba completamente en la Revolución francesa y la Declaración de los derechos del hombre el cardenal BEA no da referencia alguna en su documento. Él no podía remitirse a ningún Papa, dado que su doctrina es nueva y ésta siempre fue condenada por los Sumos Pontífices

El primero trataba acerca de la Tradición Católica, pero ¿Qué es lo que pretendía el segundo? ¡Nada menos que introducir en la Iglesia el liberalismo, la Revolución Francesa y la constitución de los derechos del hombre! ¡Esto es imposible! Fue dramático lo que sucedió en la sesión.

El Cardenal OTTAVIANI comenzó la exposición de su esquema atacando abiertamente el esquema opuesto:
   “Al exponer la doctrina de las relaciones entre el Estado Católico y las demás religiones, me parece que hay que señalar que el Santo Sínodo (el Concilio) debe seguir la doctrina indiscutible o propia de la Iglesia, y no la que más les gustaría a los no católicos o cedería a sus peticiones. Por eso pienso que se debe eliminar de la discusión la constitución propuesta por el Secretariado para la Unidad de los Cristianos, ya que refleja clarísimamente la influencia de contactos con los no católicos”

Y después de ilustrar esa influencia con algunos ejemplos, expuso su esquema, dominado totalmente por la preocupación de proteger la fe católica y salvaguardar el bien común temporal, fundado en la unanimidad de los ciudadanos de la religión verdadera. Distinguía luego las distintas situaciones de los pueblos: Nación enteramente Católica, Nación con pluralidad de religiones y Estado No-Católico.

-En el caso de una Nación enteramente Católica, los principios se aplicaban de manera integral en un régimen de unión entre la Iglesia y el Estado, con el reconocimiento y la protección civil de la verdadera religión y, llegado el caso, de una cierta tolerancia de los falsos cultos;
-En el caso de una Nación con pluralidad de religiones, la Iglesia gozaría del derecho común reconocido por el Estado a todas las religiones que no son contrarias a la ley natural;
-En el caso de un Estado No-Católico, la Iglesia pediría la simple libertad de acción.

Cuando llegó el momento para el cardenal Ottaviani de presentar su documento a la Comisión central preparatoria del Concilio, documento que no hacía más que retomar la doctrina enseñada siempre por la Iglesia católica, el cardenal Bea se irguió diciendo que se oponía.

El Cardenal BEA se levantó a su vez para presentar su noción de libertad religiosa, que valía para las tres hipótesis anteriores y para todo hombre, incluso para el que “yerra sobre la fe”. Hasta entonces, la Iglesia sólo había defendido los derechos para sus hijos; ¿los reivindicaría ahora para los adherentes de todos los cultos? De eso se trataba, explicó  seguidamente el Cardenal BEA, resaltando el significado ecuménico del tema:
   “Hoy en día es un asunto de enorme interés para los no católicos, que recriminan continuamente a la Iglesia por ser intolerante donde es mayoría y exigir la libertad religiosa donde es minoría. Esa objeción perjudica en alto grado todos los esfuerzos desplegados para conducir a los no católicos a la Iglesia. Al elaborar este esquema en virtud de su cargo, el Secretariado ha tenido ante sus ojos todas esas circunstancias y se ha preguntado cuál es el deber de la Iglesia sobre la libertad religiosa y cómo debe ejercerse esta última”

¡Cuanta razón tenía OTTAVIANI! Así este esquema había sido forjado para satisfacer los reclamos de los no católicos, y pretendía que su exigencia se convirtiera en doctrina católica. ¿Cómo habría podido OTTAVIANI prestar su colaboración a semejante intento? Por lo demás, la lectura del esquema le mostraba su filosofía completamente subjetivista, que defendía lo contrario del realismo de la sana filosofía tomista.

El hombre sincero –se leía ahí- quiere cumplir con la voluntad de Dios; ahora bien, esta voluntad la percibe por medio de su conciencia; por lo tanto, tiene “el derecho de seguir los dictados de su conciencia en materia religiosa”; ahora bien, la naturaleza del hombre le exige que exprese su conciencia de manera exterior y colectiva; por lo tanto, el hombre tiene el derecho de expresar su religión sin que ninguna coacción se lo impida, solo o en grupo, a menos que eso se oponga al derecho cierto de un tercero o de la sociedad en su conjunto. Finalmente, esta libertad religiosa “debe ser sancionada por un derecho categórico, y expresada por la igualdad civil de los cultos.”



Así se acababa con los Estados Católicos en nombre de una libertad de conciencia expresada en toda su crudeza.

Para justificar sus afirmaciones frente a la práctica contraria universal pasada del mundo católico, todavía en vigor en varios países, el eminentísimo BEA no dudó en sostener que “en las condiciones actuales ninguna nación puede decirse propiamente <<católica>>, (…) y que ninguna puede considerase como sola y separada de las demás”, lo que sugería un régimen internacional común de libertad religiosa. Además, agregaba, “el Estado en cuanto tal no conoce la existencia y la vigencia del orden sobrenatural.

Finalmente el Pontífice reinante quería “un aggiornamento”, “es decir, la adaptación a las condiciones actuales de vida, y no el restablecimiento de lo que había sido posible, e incluso necesario, en otras estructuras sociológicas.”

Y BEA concluía:
   “Nuestros dos informes (…) no están de acuerdo en cuanto a los elementos fundamentales expuestos en los números 3 y 8. Corresponde a la ilustrísima asamblea pronunciarse sobre el tema.”

Irritado por la relativización historicista que su adversario hacía del derecho público de la Iglesia, que él había enseñado durante veinte años, el Cardenal OTTAVIANI estimó adecuado responder con palabras que resaltaban enérgicamente la oposición:
   “La Comisión del Secretariado para la Unidad debería haber remitido su esquema (que concierne a la doctrina y no únicamente a la sociología, puesto que esta <<sociología>> tiene un fundamento en la doctrina) a la Comisión Doctrinal para ver si concordaba con la Comisión Doctrinal. Vemos ahora que hay algunas cuestiones sobre las cuales no estamos de acuerdo, ¡y son cuestiones doctrinales!

Así estaban, los dos de pie (OTTAVIANI y BEA). Los demás Padres, sentados, veían a dos Cardenales que se oponían, dos eminentes Cardenales que se enfrentaban sobre una tesis tan fundamental.

Los Cardenales que hablaron a continuación se dividieron entre los dos campos.

El Cardenal FRINGS consideró que “la Iglesia ya no tenía necesidad del brazo secular para proteger la fe católica contra la difusión de los errores religiosos; el Estado –agregó- no puede impedir la divulgación de una religión distinta si el bien común temporal no esta en juego”

El Cardenal LÉGER creyó poder explicar sabiamente, inspirado por el Padre Murray, que “sólo las personas pueden profesar una religión, no el Estado, puesto que es una función; (…) el Estado no tiene ninguna competencia para determinar cuál es la verdadera religión.”

Por el contrario, OTTAVIANI, realista, vaticinó que “la libertad religiosa daba armas a los protestantes para conquistar la América latina”.

El Cardenal RUFFINI declaró: “La libertad, en si misma, nos es dada para la verdad y la virtud, no para el error y el vicio; pero en la práctica, por caridad, es necesaria la tolerancia; y en lo que se refiere al Estado (…) y lo que ha afirmado el eminentísimo Cardenal BEA, es decir, que el Estado como tal no puede ni debe conocer y reconocer la religión, considero que es falsísimo.”

El Cardenal LARRAONA opinó que era “ingenuo” creer que se podía atraer a los no católicos reconociéndoles la misma libertad que a nosotros.

Finalmente el Cardenal BROWNE dijo: “Me parece un infantilismo suponer que la doctrina expuesta por León XIII en su encíclica Immortale Dei sea una doctrina contingente.”

El cardenal RUFFINI, de Sicilia, intervino para detener ese pequeño escándalo de dos Cardenales que se enfrentaban así con violencia ante todos los otros. Pidió referir a la autoridad superior, es decir al Papa que ese día no presidía la sesión. Pero el cardenal Bea dijo, no, quiero que se vote para saber quién está conmigo y quién con el cardenal Ottaviani.



El Cardenal RUFFINI pidió “que la cuestión se resolviera consultando a nuestro Santo Padre el Papa”. Sin embargo, se pasó a la votación, y de este modo uno de los Arzobispos presentes pudo expresarse:
De la libertad religiosa: non placet (…) pues se funda en principios falsos solemnemente reprobados por los Sumos Pontifices, por ejemplo Pio IX en su encíclica Quanta Cura, que llama <<delirio>> a este error (Dz 1690).
De la Iglesia, capítulos IX-X: placet. Pero la presentación de los principios fundamentales podría hacerse más en relación a Cristo Rey, como la encíclica Quas Primas (…) Nuestro Concilio tendría como objetivo predicar a Cristo a todos los hombres y afirmar que sólo a la Iglesia Católica le corresponde predicar auténticamente a Cristo: Cristo, salvación y vida de los individuos, de las familias, de las asociaciones profesionales y de las demás sociedades civiles.
“El esquema sobre la libertad religiosa no predica a Cristo, y por lo tanto parece falso. El esquema de la Comisión teológica expone la doctrina auténtica a la manera de una tesis, y no muestra de modo suficiente el fin de esa doctrina, que no es sino el Reino de Cristo (…) Desde el punto de vista de Cristo, fuente de salvación y de vida, todas las verdades fundamentales podrían exponerse de manera “pastoral” como suele decirse, y de esta manera serían expulsados incluso los errores del laicismo, del naturalismo, del materialismo, etc”

Esta intervención, original por su elevación sobrenatural, que conducía el debate iniciado al principio más elevado, impresionó al espíritu de los Padres de la Comisión Central Preparatoria: un Arzobispo lleno del espíritu de sabiduría se había levantado para reivindicar, no los derechos del hombre, sino los derechos de Cristo Rey.

Ahora bien, se seguían manifestando los votos. Los Padres latinos: italianos, hispanos y latinoamericanos, estaban a favor del esquema de OTTAVIANI,
Mientras que los Padres estadounidenses, ingleses, alemanes, holandeses y franceses, tomaron postura a favor del proyecto BEA, en número sensiblemente igual.

Se procedió, pues, a votar. Los setenta cardenales, los obispos y los cuatro superiores de órdenes religiosas que estaban allí se dividieron más o menos por mitades

Así pues, en vísperas del Concilio Vaticano II, nos encontrábamos ante una Iglesia dividida sobre un tema fundamental: el Reinado social de Nuestro Señor Jesucristo.

¿Debería reinar Nuestro Señor sobre las naciones?
El Cardenal OTTAVIANI decía: “¡Si!”: el otro, BEA, decía “¡No!”

Si la Comisión preparatoria terminaba así, ¿Qué iba a pasar en el Concilio?


Era la última sesión, y uno se podía preguntar lo que iba a acontecer con ese Concilio si ya la mitad de los setenta cardenales eran favorables a la tolerancia religiosa del cardenal Ottaviani y la otra mitad favorable a la libertad religiosa del cardenal Bea que se basaba en la Revolución francesa y la Declaración de los derechos del hombre.

Y bien, en el Concilio también hubo lucha, y hay que reconocer que son los liberales los que se impusieron. ¡Qué escándalo! Así llegó esa nueva religión, que desciende más de la Revolución francesa que de la Tradición católica, ese famoso ecumenismo donde todas las religiones están en pie de igualdad. Ahora Ustedes, pueden comprender la situación actual, esta se deriva de los liberales en el Concilio.

 Hubo, sin embargo, oposiciones violentas, pero como el Papa tomó parte prácticamente por la libertad, son los liberales que tomaron los puestos en Roma y los ocupan aún.

 Nuestro Arzobispo se opuso a esto con Mons. Sigaud, Mons. de Castro Mayer y muchos otros miembros del Concilio. Porque no se puede admitir que Nuestro Señor sea destronado

 

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